Introducción: la agricultura bajo riego en Mendoza
Cuando los conquistadores españoles llegaron a Mendoza, provenientes de la Capitanía General de Chile, encontraron que las poblaciones originarias, los huarpes, habían desarrollado una importante actividad bajo riego en diversos oasis en los ríos Mendoza y Tunuyán. El más importante, donde se fundaría la ciudad de Mendoza, era conocido como el Valle de Huentata. Los colonizadores mejoraron la infraestructura de riego, manteniendo los principales cauces, aunque introdujeron cultivos y animales hasta ese momento desconocidos como algunos frutales, caballos, vacas y ovejas entre otros. Desde aquellos tiempos el sistema de riego se basaba en una toma sobre el río en un punto con la suficiente dominancia hidráulica como para poder abastecer de agua a los canales de tierra que llegaban hasta los cultivos, creando oasis fruto de un trabajo de ingeniería de precisión en el manejo de pendientes y de apertura y cierre de compuertas. La gran corriente inmigratoria de italianos y españoles, especialmente a fines del siglo XIX, conjuntamente con la llegada del ferrocarril, cambió fuertemente el perfil productivo mendocino. Las pasturas de alfalfa y las frutas para consumo local y para desecar, perdieron espacios frente al desarrollo de una vitivinicultura pujante, que abastecía especialmente los pueblos y ciudades en fuerte expansión en la pampa y la ciudad de Buenos Aires. La presión por el agua debido al crecimiento de la superficie irrigada comenzó a manifestar conflictos entre regantes, entre departamentos y entre los diversos oasis, especialmente entre la parte alta y la baja de los ríos (por ejemplo el Tunuyán Superior y el Tunuyán Inferior). La administración municipal (departamental) de las aguas fue seriamente cuestionada. Los legisladores de la época crearon una nueva Ley de Aguas (1884), pionera en América Latina, que permitió regular el uso de las aguas superficiales de ríos y vertientes. Introdujo conceptos que luego fueron incorporados a la Constitución de Mendoza de 1916, como la inherencia del agua a la tierra (consolida el concepto de oasis productivo), la centralización de la administración del agua en una organización autárquica, el Departamento General de Aguas originalmente (luego de Irrigación), que independiza parcialmente la gestión del agua del poder político, ya que posee sus propias rentas, la participación de los usuarios en la microdistribución del agua creando las llamadas Inspecciones de Cauce (Organizaciones de Regantes de los Canales) con autoridades elegidas por los regantes lo que genera simultáneamente a la participación activa, una descentralización administrativa y operativa, entre otras cosas. Además, los derechos de agua superficial, definitivos y/o eventuales deben ser otorgados por la Legislatura, bajo una propuesta técnica del Departamento General de Irrigación1. La modernización fue no sólo legal, ya que el Gobierno de Mendoza, tomó un empréstito internacional para fundar el Banco de Mendoza y para la realización de obras de infraestructura hídrica. Además, se contrató a uno de los más importantes ingenieros hidráulicos europeos, el romano Cesare Cipolletti, quien asumió en 1984 como 1° Superintendente General de Aguas, luego llamado de Irrigación2. Su gestión técnica, económica y su visión no sólo dejó un notable progreso en la infraestructura (diques de distribución, canales de riego, mejoras en la distribución), sino un enorme capital en proyectos, una visión y un capital humano que lo acompañó de Europa (equipo de ingenieros) y que actuó como disparador de un proceso de innovación en muchos aspectos de la vida productiva y social de Mendoza.
La percepción del agua en función de su abundancia relativa y sus usos
El agua es un bien muy particular, que puede en algunos casos ser considerado un bien público, en otros un bien común y en algunos casos también un bien privado. Lo que no varía es su concepción como un bien determinante para la vida y para la organización social y sobre todo su capacidad como factor de producción de bienes transables (como los productos agrícolas) y también bienes no transables (servicios ecosistémicos como por ejemplo el paisaje vitivinícola). Esta complejidad para producir bienes transables, no transables y mixtos (transables y no transables simultáneamente como el paisaje de los oasis vitivinícolas y las uvas para vinificar) le otorgan una multidimensionalidad y unicidad extraordinaria. Además, muchos de sus usos son consuntivos (es decir, una vez usado, no puede volver a usarse, se “consume” en el mismo) o no consuntivo (es decir, puede ser usado nuevamente, como el caso del agua que al pasar por una turbina genera hidroelectricidad y luego sirve para regar un viñedo).
Carlés y García3 clasifican sintética, pero muy claramente, los escenarios que se presentan en las distintas sociedades en función de la escasez o abundancia relativa del agua. Definen tres escenarios fundamentales:
El agua no es un bien escaso
Esta situación, en la cual la presencia del agua es percibida en la sociedad como un bien abundante, fruto por ejemplo de la presencia de un gran río, como es actualmente el Río Paraná en la Cuenca del Plata o bien el Río Negro en la Patagonia Argentina, lleva a considerar el agua como un factor de desarrollo que debe promocionarse su uso, para generar nuevas áreas de cultivo y más aún realizar obras de infraestructura para que las comunidades puedan usarla para irrigar importantes áreas. En muchas ocasiones esta actitud de abundancia, en ríos no tan importantes como los mencionados, puede evolucionar a un límite de este proceso y a ser percibida como bien relativamente escaso, cambiando políticas y actitudes sobre la misma. La relativa abundancia de los Ríos Mendoza y Tunuyán hasta la llegada de importantes cantidades de inmigrantes y la expansión de la agricultura, con la tecnología de la época (canales de tierra, tomas directas del río, riego por inundación) fueron limitando la disponibilidad del recurso y la gobernabilidad de los sistemas de riego, por lo que Mendoza, debió afrontar los conflictos y los resolvió con la Ley de Aguas de 1884, nuevas instituciones (Departamento General de Aguas autárquico, Inspecciones de Cauces) y un importante salto tecnológico y de gestión del capital humano (Cipolletti y su equipo). Es decir, la abundancia en este caso, es un concepto relativo y depende de muchos factores. Durante mucho tiempo, la ley de aguas y su institucionalidad, no fue discutida ni ampliada. Recién a principios de los años 70 del siglo pasado, la sociedad mendocina amplió la legislación general al agua subterránea por medio de las Leyes 4035 y 4036/74, manteniendo los principios generales de la Ley de 1884, especialmente la inherencia del agua a la tierra.
El agua es un bien escaso
Esta situación, fruto de la escasez natural del recurso en un determinado ecosistema o bien debido a su cada vez mayor uso para distintos usos como riego, abastecimiento poblacional, uso industrial o uso ambiental; produce una percepción distinta en la sociedad y en las políticas públicas generando la necesidad de regular su uso y/o cambiar los mecanismos de asignación y/o distribución. En muchas sociedades, ante la escasez relativa se han modificado leyes y tradiciones y se ha avanzado hacia sistemas de mercado, en los cuales se trata de optimizar el uso del agua a través de su precio. Esta solución puede resultar posible en algunas sociedades pero en otras generar grandes problemas de gobernabilidad. No obstante, ante este tipo de escenarios existe la coincidencia general de aumentar la eficiencia de uso acercándose lo más posible a la optimización. En el caso de la agricultura y las evidentes dificultades que se presentan por las enormes sumas necesarias para impermeabilización de canales, construcción de diques embalses, distribuidores, reservorios colectivos y privados, etc., en general se avanza lentamente con constantes inversiones públicas y también privadas, especialmente estas últimas en mejoras en los sistemas de riego pasando de riegos por inundación, a surcos y melgas y más aún a sistemas mecanizados y/o presurizados (pivots, microaspersión y goteo).
Cuando la escasez es muy grande, la discusión puede impactar fuertemente en la sociedad, debiendo tomarse drásticas decisiones (la escasez de agua en Sudáfrica en 2017 produjo fuertes consecuencias productivas – erradicación de viñedos – y sociales – abastecimiento por turnos horarios a las ciudades-) que cambiaron drásticamente la visión del problema.
El agua es considerada un activo eco-social
Este enfoque, percibe el agua como un bien indispensable en los sistemas productivos pero también determinante del mantenimiento de la oferta de bienes ecológicos y sociales, muy difíciles de valuar, pero muy importantes para los equilibrios de las relaciones entre el hombre y la naturaleza. La recuperación de caudales en ríos por ejemplo por medio de un caudal permanente llamado caudal ecológico, es parte de esta visión. Obviamente, en un escenario de abundancia, este enfoque es más fácil de aceptar, pero en un entorno de escasez, la dificultad de afrontarlo es muy problemática. Especialmente, cuando las actividades económicas y sociales implican un importante capital invertido, es muy complejo para los decisores políticos decidir, el modo de instrumentar, por ejemplo un caudal ecológico, afectando los caudales ya insuficientes de aquellos que invirtieron hace un tiempo atrás y más aún, afrontando las consecuencias de menor producción y empleo, y más conflictividad social. La búsqueda del equilibrio, en estos casos, es muy compleja y sin duda la gobernabilidad de los sistemas productivos, sociales, institucionales y políticos deben demostrar una gran capacidad.
Los modelos sintetizados anteriormente implican distintas prioridades de políticas públicas, las cuales deben indefectiblemente adaptarse a los nuevos entornos. El conflicto cuantitativo derivado de la escasez, el cual pareciera será predominante en el futuro debido al Cambio Climático; en Mendoza se prevé una disminución del 20 % al 30 % aproximadamente de las nevadas en la Cordillera de Los Andes4, nieves que alimentan los ríos de Mendoza y que verán disminuidos sus caudales. Además, esta disminución se caracterizará por la irregularidad del proceso, alternando años ricos con años pobres. Además, se prevé que la isohieta de 500 mm se desplace hacia al Oeste del país ampliando la frontera húmeda de secano, pero también con ciclos impredecibles. Las decisiones de los actores públicos y privados frente a este escenario pasa por aumentar la capacidad de embalse de agua, aumentar la recarga de acuíferos subterráneos, mejorar la eficiencia de riego mediante el uso de tecnologías como el pivot, la microaspersión y el goteo, aumentar el valor unitario de los cultivos y en particular en el caso de la vitivinicultura relocalizar las producciones hacia zonas con mayor seguridad de abastecimiento de agua superficial y subterránea. Además, el Cambio Climático, implica también temperaturas más altas, especialmente estivas y olas de calor, por lo que esta relocalización puede favorecer a zonas actualmente más frescas por su latitud más al Sur, o bien a zonas o valles más altos donde las temperaturas sean más benignas y el impacto de las heladas primaverales menor.
En relación al desplazamiento de las isohietas más húmedas hacia el Oeste, implica la presencia de mayor humedad atmosférica estiva y con mayores temperaturas, la presencia de nubes graniceras aumentará su frecuencia e intensidad. Del mismo modo, los eventos aluvionales estivos serán más frecuentes, lo que implica la necesidad de mejorar las defensas aluvionales y en lo posible tratar de transformar “el agua mala” o mal económico del agua aluvional en “agua buena”, por medio de obras de laminación, de infiltración y de uso, para regadíos de espacios públicos como parquizaciones que pudiesen actuar como áreas de inundación temporánea.
Por otra parte, el conflicto cualitativo del agua no es menor. La protección de la calidad del agua desde sus nacientes para sus distintos usos es muy importante. La necesidad de mejorar aspectos culturales relacionados con la gestión de los residuos sólidos urbanos (RSU), las obras de saneamiento adecuado vía reciclaje de aguas urbanas cloacales tratadas, así como también las aguas industriales tratadas, constituyen un desafío determinante del futuro. En el ámbito rural, el menor uso de agroquímicos y su uso racional son prácticas fundamentales para la protección de aguas superficiales y acuíferos subterráneos.
El Nexus Agua – Energía – Empleo y la vitivinicultura de Mendoza
La literatura desde la famosa Conferencia de Bonn, donde un grupo de investigadores y especialistas, crearon el concepto de Nexus, es decir una relación directa entre el agua, la energía y la producción, en este caso original de alimentos5, ha crecido notablemente y ha ampliado la visión de la problemática productiva, económica y socio territorial en modo holístico. Claramente, la importancia de la seguridad alimentaria ha resurgido luego de una serie de conflictos nacionales (la primavera árabe y sus consecuencias en la estabilidad política de países netamente importadores de alimentos) e internacionales como la guerra entre Ucrania y Rusia y su impacto en los mercados de commodities como trigo, maíz, aceites vegetales y en los mercados de la energía (gas, petróleo, electricidad) y el más reciente conflicto entre Israel y el pueblo palestino focalizado en Gaza, pero con riesgos de ampliarse a toda la región. En nuestro caso, la producción vitivinícola no constituye un producto central en la seguridad alimentaria, aunque la actividad económica que genera en numerosas regiones y países, es impactada por el Nexus. Gennari et al6 propone un enfoque del Nexus particular para estos casos, considerando los factores agua, energía y valor agregado; un modo indirecto de relacionar los problemas hídricos y energéticos con la actividad económica y especialmente el empleo generado por las cadenas vitivinícolas en regiones y países.
Por una parte, la escasez hídrica se ha verificado en la última década en distintos lugares en mayor medida, evidentemente fruto de las alteraciones atmosféricas producidas por el Cambio Climático, produciendo fuertes sequías en zonas de secano como por ejemplo en la pampa argentina, con gran impacto en rendimientos, en la balanza comercial y generando crisis macroeconómicas dada su importancia en el ingreso de divisas (dólares) imprescindibles para mantener importaciones y pagar deudas. En el caso de la vitivinicultura argentina, la cual depende de las nieves andinas, la escasez de nevadas en la última década (2012-2022), donde prácticamente ningún año, en ningún río mendocino, los derrames alcanzaron los valores promedio históricos, ha impactado negativamente y produce cambios importantes en las visiones a largo plazo. Afortunadamente, las nevadas 2023 han sido abundantes y se prevén derrames superiores a los de la media histórica, lo que permitirá mejorar la situación y también recuperar, aunque parcialmente, el impacto negativo acumulado en los acuíferos subterráneos7.
Durante los años de escasez de agua superficial, los casi diez mil pozos de agua registrados y funcionando en las distintas cuencas, funcionaron en modo intenso, sea para sustituir parcialmente el agua superficial faltante en aquellos viñedos con riego mixto (agua superficial y agua subterránea) o bien intensificaron su actividad en aquellas propiedades con sólo riego con agua subterránea. En los últimos años se han ampliado fuertemente las hectáreas con riego por goteo, especialmente en las zonas con riego con agua subterránea. Evidentemente, el factor costo de la energía eléctrica, y la profundización de los niveles estáticos de las aguas subterráneas, han jugado un rol determinante en este proceso. Más allá de los esfuerzos del sector público para ayudar en este proceso, los recursos son escasos, tanto público como privados y además, la permanente crisis macroeconómica del país con inestabilidad de precios, atraso cambiario que impacta en las exportaciones, la fuerte presión impositiva, han determinado una precepción poco favorable del futuro, que frena inversiones. Los pequeños productores de uvas y en especial aquellos que dependen del riego con aguas superficiales provenientes de los ríos, han sentido más el impacto de la escasez de agua y han visto reducidos sus rendimientos y en muchos casos han decidido abandonar el sector. La pérdida de hectáreas vitivinícolas se da simultáneamente con una pérdida de viticultores, en general de pequeña superficie, en muchos casos periurbanos y caracterizados por ser de edad avanzada y sin posibilidades de ser sucedidos en la gestión por sus hijos, los cuales han emigrado o se dedican a otras actividades. En otras zonas, importantes superficies de uvas de baja calidad enológica, debido a la escasa rentabilidad o más aun, a pérdidas constantes, han vendido o abandonado sus viñedos y se observa una creciente presencia de la horticultura en estas áreas, especialmente en los oasis Norte, Este y Sur de Mendoza.
El agua subterránea es estrictamente controlada en Mendoza, existiendo dos áreas en las cuales, la autoridad hídrica (el Departamento General de Irrigación) ha establecido las llamadas “zonas de restricción de perforaciones”, es decir la imposibilidad de realizar nuevas perforaciones para obtener aguas subterráneas para expandir la agricultura. Estas dos zonas de restricción son “la Margen Derecha del Río Mendoza” y “el Valle de Uco”. Esta determinación se realiza en función de un balance hídrico subterráneo plurianual y la observación permanente de pozos o perforaciones testigo, viendo la evolución de los niveles estáticos de los mismos. En definitiva, se trata que la extracción de aguas del acuífero subterráneo no supere la recarga natural del mismo, la cual se ve afectada por el menor escurrimiento de los ríos. Se evita de este modo, la externalidad negativa que en el caso de los bienes comunes puede agotar y destruir el recurso y que tan bien describe Hardin en su histórico artículo “The tragedy of the commons”8. En relación a la vitivinicultura, estas dos áreas de restricción coinciden con las áreas de producción de los vinos más preciados de Mendoza, los vinos de Luján y del Valle de Uco. En estas zonas, la viticultura de calidad ha manifestado una fuerte expansión de los varietales nobles como Malbec, Cabernet, Chardonnay, etc. y prácticamente una desaparición de las uvas usadas para producir mosto concentrado y vinos básicos como las Criollas, Ceresa y la Moscatel Rosada. Además de la expansión de los viñedos en estas zonas, a expensas de otros cultivos, se verifica un fuerte incremento de nuevas bodegas, la expansión de las existentes y un fenómeno asociado muy importante: el enoturismo. Este nuevo producto/servicio de la vitivinicultura está determinado por el especial paisaje que se crea y por una sostenida inversión privada en las bodegas en jardines, restaurantes, hoteles, galerías de arte, etc., y en actividades recreativas para fomentar cada vez más este turismo como conciertos, excursiones a caballo o en bicicleta, excursiones de pesca, deportes como golf, montañismo, etc. Es por esto, que el impacto del Nexus, particularmente la escasez de agua y alto costo de la energía, genera en la vitivinicultura mendocina una fuerte especialización territorial, con expansión de la vitivinicultura de alta calidad orientada a los segmentos premium o superiores del mercado interno y externo y fuertemente asociada al enoturismo en la zona de Luján y parcialmente en Maipú y en todo el Valle de Uco. Las otras regiones, presentan situaciones de adaptación con explotaciones de alta productividad para uvas destinadas a mosto o vinos básicos y en algunos sectores, localizados, un fenómeno similar de búsqueda de calidad y especialización. Pero, en todos los casos la restricción agua + precio de la energía, termina siendo determinante y condicionando el modelo de desarrollo, la producción y en especial, el valor agregado del sistema productivo, que se verifica en la cantidad y calidad del empleo que la zona o región vitivinícola está generando.
Conclusiones
La escasez de agua para todas las actividades es una realidad que debemos enfrentar con inteligencia en el presente y el futuro. La fuerte inelasticidad de la demanda de agua para potabilizar, es decir para atender, la demanda del consumo humano, agrega un factor adicional de presión a las acciones para mejorar su eficiencia de uso en todas las actividades. Por otra parte, la visión ecosocial es también una demanda creciente, más aún en un territorio desértico como el mendocino. La vitivinicultura sufre una doble presión adaptativa: por una parte, la necesidad de rentabilidad (base del desarrollo sostenible) obliga a mejores prácticas tecnológicas en toda su cadena productiva (de las uvas a los vinos y el paisaje) buscando agregar valor a través de mayor calidad intrínseca de sus productos, tratando de avanzar a segmentos de mayor valor como los premium y superpremium, o bien agregar valor por medio de diferenciaciones de todo tipo con certificaciones como las biológicas, biodinámicas, de prácticas regenerativas, veganas, fair trade, etc.; o bien valorizando territorios de altura o de suelos volcánicos o influencias marinas: También ampliando el portafolio de oferta con nuevos productos como espumantes o destilados y en especial productos y servicios enoturísticos. La relocalización de viñedos sigue en cierto modo esta lógica de diferenciación y genera un proceso de territorialización que se acentúa con la creación de Indicaciones Geográficas muy exitosas como las del Valle de Uco: Gualtallary (Tupungato), Los Chacayes (Tunuyán) o Altamira (San Carlos). En menor medida pero no menos importante el resurgir del interés por sostener y mejorar Denominaciones de Origen como la DO Luján de Cuyo. Finalmente, la concientización general de certificar sistemas sostenibles, que sean ambiental, social y económicamente viables. Desde el punto de vista de las restricciones del sistema hídrico al desarrollo y expansión de la vitivinicultura, la protección del recurso y su no sobreexplotación es determinante, especialmente del agua subterránea. Esta, puede ser clave para sostener el sistema en caso de un año anormalmente escaso en nevadas y que obligue a fuertes restricciones, para no perder el capital productivo9. Además, se debe acelerar en la transformación de los sistemas de riego desde las antiguas prácticas de riego por inundación (ya inexistentes en viñedos), pasando por surcos y melgas clásicos o a nivel, a sistemas presurizados, particularmente goteo. Las inversiones en goteo presurizado por gravedad en sistemas de riego colectivos (irrigación 4.0) constituyen el futuro. El caso del sistema de riego Arroyo Villegas – Canal La Pampa, con un reservorio en altura alimentado por agua superficial proveniente del Canal La Pampa y del Arroyo Villegas y su distribución por tuberías a presión es el ejemplo del futuro de la vitivinicultura. Este sistema implica una eficiencia de conducción y distribución de 100 % y con goteo prácticamente los viñedos reciben el agua que necesitan sin pérdidas de aplicación o mínimas. La distribución por cañerías a presión fruto de la gravedad implica un consistente ahorro energético y en muchos beneficiarios el no uso del agua subterránea con la consiguiente disminución notaria de la emisión de dióxido de carbono, la recuperación del acuífero subterráneo y la productividad adecuada a la calidad buscada por productores de uvas y bodegas. Además, de un paisaje conservado y valorizado adecuadamente con el riego de cortinas forestales. Finalmente, la estabilidad del sistema, genera estabilidad económica y social satisfaciendo la demanda de ambiente, economía y social del paradigma de la sustentabilidad.