Los paisajes vitivinícolas triufantes de la Ribera del Duero

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La Ribera del Duero : les paysages du succès du vin

Abstract

La Ribera del Duero es la región con más progreso de Castilla y León. El éxito de su dinamismo se encuentra en los sectores de la vid y el vino, sectores modernizados en las últimas décadas. No obstante, ha conseguido conservar un patrimonio vitícola que es el origen de un nuevo paisaje vitivinícola, una economía y una sociedad ricas que han favorecido las tierras del Duero y especialmente las de la Ribera.
Es cierto, cuenta con unas condiciones ecológicas singulares, que permiten obtener vinos excelentes prácticamente todos los años; aunque a veces los rendimientos sean medios o bajos, la buena calidad de la materia primera es incuestionable. Pero antes, en el pasado, no se supo aprovechar esta potencialidad; han sido, pues, las coyunturas recientes, especialmente las derivadas de la demanda de vinos de calidad en el mercado estatal e internacional, la base y el origen de estos nuevos paisajes de La Ribera.

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EL VALLE FLUVIAL: DINAMISMO CONTRASTADO Y DESIGUAL

La Ribera du Duero es una región vitícola que se extiende por las provincias de Soria, Burgos, Segovia y Valladolid. Compuesto por una franja de terreno de dimensiones pequeñas a ambos lados del río Duero, de 110 km de largo y entre los 20 y 30 de ancho, coincide con el valle creado por el fluir del río sobre sus llanos calcáreos. El renombre y reconocimiento como tierra de grandes vinos es muy reciente, pese a la existencia de bodegas antiguas; no obstante, son las nuevas bodegas de menos de un cuarto de siglo de historia las que en este mundo globalizado han encontrado su mercado y valor, y han dado un prestigio y un reconocimiento internacional a la región vitivinícola.

La Ribera del Duero, que es la zona de estudio, no se extiende por toda la Valle du Duero, sino sobre algunos sectores, los cuales, bien gracias a ventajas comparativas, bien por coyunturas históricas singulares, han sido capaces de crear un terruño de vides y vinos de calidad de renombre internacional. Es el caso de las tierras inscritas en la Denominación de Origen Protegida (D.O.P.) Ribera del Duero, entre San Esteban de Gormaz al este y Olivares de Duero al oeste, a las tierras productoras de los vinos de Toro, Cigales y Las Arribes, sin olvidar la creciente extensión y consolidación de los de Rueda, localizadas en zonas meridionales alejadas ya del valle fluvial. Si algo distingue al Valle del Duero es la importancia pasada, presente y futura de sus vinos. El Duero ha sido y es una tierra de vides y vinos, desde las llanuras de Soria hasta la desembocadura del río en Oporto. Se puede observar la localización y extensión de las seis Denominaciones de Origen en las figuras 1 y 2.

Figuras 1 (arriba): Las riberas del Duero; y 2 (abajo) Denominaciones de Origen de la valle del Duero.

Figuras 1 (arriba): Las riberas del Duero; y 2 (abajo) Denominaciones de Origen de la valle del Duero.

Figuras 1 (arriba): Las riberas del Duero; y 2 (abajo) Denominaciones de Origen de la valle del Duero.

La Ribera del Duero corresponde al sector más oriental del Valle, comarca que desde hace siglos es conocida como La Ribera. Es una hoya excavada por el Duero y su red de afluentes sobre la superficie de los páramos, con una altitud máxima de alrededor de 900 metros en el oeste y 1.000 en el este, alojándose en el valle entre los 150 y 200 metros por debajo. El mapa 3 nos muestra la red hidrográfica y el relieve de la región vitivinícola.

Figura 3. Relieve, red hidrográfica y límites de La Ribera del Duero

Figura 3. Relieve, red hidrográfica y límites de La Ribera del Duero

En conjunto, el Valle del Duero se extiende por unos 300 km, de los que sólo 110 km corresponden a la D.O. En La Ribera y hacia el oeste, el Valle está formado por tierras llanas y blandas, principalmente de origen sedimentario, que han sido fácilmente erosionadas por los ríos, los cuales se han encajado débilmente; en el tramo final, donde el Duero llega a las penillanuras graníticas, al oeste de la ciudad de Zamora, aparece un valle angosto y profundo merced al carácter compacto y duro del roquedo. En el oeste zamorano desaparecen las llanuras sedimentarias agrícolas, sustituidas por las penillanuras berroqueñas, de rocas resistentes y suelos raquíticos, de vocación ganadera.

El Duero ha sido un valle agrícola con aptitud vitivinícola y cultivos de regadío, los cuales, en algunos tramos, superan en valor al viñedo (véase tabla 1), principalmente en la actual Tierra del Vino de Zamora y en las vegas del este de San Esteban de Gormaz. Por el contrario, La Ribera del Duero es ante todo conocida hoy por sus vinos, acompañados de otros elementos gastronómicos, como el lechazo asado, y de su rico patrimonio civil. El objeto de este trabajo se centra en La Ribera propiamente dicha, delimitada por la Denominación de Origen, que, por su singularidad, se ha erigido en comarca icono del desarrollo rural en el último cuarto de siglo y que ha visto modificado su paisaje completamente.

Tabla 1

Tabla 1

Un paisaje que destaca ante todo por la expansión rápida y repentina de su viñedo. Tal como se recoge en la tabla 1, La Ribera ha incrementado la superficie vitícola en un 70% desde el ingreso en la antigua CEE hasta 2007, llegando en el 2009 a duplicar la superficie de antaño. Un fenómeno creciente de tales características ha hecho cambiar profundamente la imagen tradicional que se tenía de estas tierras, y es que La Ribera de hoy basa su economía, su dinamismo, su impulso vital y su paisaje en la vid y el vino, el gozne sobre el que gira la vida de sus gentes y de la tierra que trabajan.

En efecto, el panorama desolador dejado por el éxodo rural había marginado la vid; y el vino se había establecido en las bodegas cooperativas de una manera apocada, con el único objetivo de la producción en granel de caldos. Esta situación se agudizó antes del reconocimiento de la D.O.P. en 1982, y algunas bodegas cooperativas vendieron sus edificios mientras otras acabaron cerrando y desapareciendo. No obstante, la demanda de vinos de calidad fue creciendo imparablemente a medida que aumentaba el nivel de vida de los españoles y el número de las exportaciones internacionales.

Así, tras la aprobación de la D.O.P. Rueda en 1980, la de La Ribera en 1982, surgieron y se aprobaron las de Toro (1987), Cigales (1991), Los Arribes (2007) y la Tierra del Vino de Zamora (2007), dentro del Valle del Duero, a las que se sumaron otras en la Cuenca y fuera de ella. Fue un proceso rápido en el que La Ribera se constituyó en una de las grandes regiones de producción de vinos tintos del mundo. El crecimiento espectacular del número de bodegas, que pasaron de unas 100 en 1996 a 244 en 2009 (según la relación actualizada a mayo de ese año), refleja claramente ese progreso.

El valor de los vinos de la Ribera ha atraído a capitales regionales, nacionales e internacionales; capitales provenientes del sector vitivinícola de otras regiones españolas (principalmente de La Rioja y de Cataluña) o de otros sectores económicos (Novartis, multinacional farmacéutica). Se han construido nuevas bodegas espectaculares que se han integrado en el paisaje del viñedo y que permiten, asimismo, la explotación creciente del turismo del vino.

Figura 4. Cavas Arzuaga en el valle vitícola del río Duero

Figura 4. Cavas Arzuaga en el valle vitícola del río Duero

Figura 4. Cavas Arzuaga en el valle vitícola del río Duero

De ahí que, a pesar de los excedentes vínicos que hay en todo el mundo, se continúe invirtiendo; la mejor prueba es el precio al que se venden los vinos, pues, según el Panel Alimentario del MAPA, supera a los de La Rioja o a los de otras comarcas vitícolas acendradas, tanto en jóvenes como en crianzas o reservas. De ahí que el número de bodegas no deje de crecer, y con él el de la superficie de viñas, que, como se puede comprobar en el cuadro 2, también lo hace en Rueda y Toro, y en las otras riberas y campiñas, aunque muy por detrás de La Ribera. Así, la superficie acogida a las denominaciones de origen del Valle ronda las 40.000 ha, cuando hace tres decenios no llegaba ni a la mitad, con la particularidad de que aún queda un 16% del viñedo de los municipios en D.O. que todavía no han integrado todas o parte de las viñas en sus respectivas denominaciones (véase tabla 2).

Tabla 2

Tabla 2

Las nuevas bodegas construidas llaman tanto la atención como el incremento de la superficie vitícola, por seguir el estilo de los “chateaux” franceses, rodeadas de pagos de vides que envuelven los edificios y dependencias, rompiendo el antiguo parcelario fragmentado y disfuncional. Aparecen bodegas, como sembradas en el campo, allí donde hace pocos años no había más que campos de cereal, mientras hileras de viñas ordenadas, frondosas, luciendo un verde de lujo en sus espalderas, invaden las vegas, las terrazas y hasta los páramos del Valle del Duero, especialmente en su sector oriental, el de La Ribera. Y frente al auge del viñedo, se produce una evolución ambigua del regadío, que hace unos años representaba la clave de la economía agraria ribereña y era la apuesta más valorada por los agricultores: en La Ribera, el regadío ha retrocedido considerablemente, debido a la ocupación del fondo del Valle por la vid, que está desplazando, imparable, a la remolacha, patata, alfalfa y cereal de los suelos aluviales y arenosos de las vegas tradicionales.

Este incuestionable avance se apoya en los cambios habidos en la demanda de vinos, proveniente de un mercado exigente y solvente; responde, por tanto, a un proceso económico, pero no podemos soslayar la importancia de unas condiciones ecológicas, singulares, favorables para el cultivo de la vid, que, sin embargo, habiendo sido las mismas durante siglos, sólo en los últimos decenios se han aprovechado.

UNAS CONDICIONES ECOLÓGICAS DURAS Y SINGURALES PERO MUY PROPICIAS PARA LA VID

Las tierras ribereñas orientales del Duero tienen unas condiciones ecológicas singulares, aunque parecidas a las generales de la Cuenca. Destacan la considerable altitud, que reduce el período de crecimiento de las plantas debido al frío, la escasa pluviosidad, la elevada insolación, y el carácter silíceo de una buena parte de sus suelos, muy aptos para el cultivo de la vid.

La vid se beneficia de un relieve y suelo adecuados.

La Ribera, como comarca del Duero, es un sector de la cuenca sedimentaria, localizada en el centro-este, a ambos lados del río. Es una franja de tierras altas y llanas, distribuida en tres niveles de plataformas: las vegas, las terrazas y pequeños rellanos intermedios, y los páramos culminantes, que enlazan con el valle mediante las cuestas. Las primeras fueron siempre el asiento de los cultivos regados, las segundas, las del viñedo alternante con el cereal, y los terceros, las del monte y campos roturados.

El viñedo se localizaba fuera de las vegas, en las terrazas de gravas dejadas por el río, o sobre las plataformas estructurales de areniscas, que aparecen al ser desmantelados los sedimentos suprayacentes, o sobre estratos arcillosos reducidos a lomas por la erosión. En todos los casos se trata de retazos de capas horizontales, de composición areno-gravosa, secundariamente arcillosa, de suelos calientes, pobres para el cereal, de escasas aptitudes agrícolas excepto para la vid, que hunde sus largas raíces entre esas capas, atravesándolas y obteniendo agua y nutrientes a profundidades a las que los cultivos herbáceos no pueden llegar. Eran éstos los suelos apropiados para el viñedo, que hacían válido ese suelo que de otra manera habría sido baldío. Había también vides en los sectores más alejados de los pueblos, en el monte, terreno perteneciente a grandes propietarios.

“Al pie de las cuestas, y como fruto de la intensa deforestación general, se acumulan abanicos de aluviones de arcillas y limos, más o menos carbonatados, a veces con buenas proporciones de elementos orgánicos, que confieren a los pagos vitícolas acostados al pie de las laderas unas cualidades extraordinarias, en las que tampoco es infrecuente encontrar replantaciones de viñedo, debido a que las acusadas pendientes favorecen la filtración y escorrentía del agua, que mejora y diversifica las cualidades organolépticas de la uva.” (Molinero, F., 1997: 23).

La Ribera, pues, ocupa unos 110 km de longitud, de este a oeste, y unos 6 km de anchura en los tramos más estrechos, aunque se abre hasta unos 30 km en el centro, entre Roa y Aranda. Unos cuantos ríos menores surcan el valle por el norte, como el Gromejón o el Arandilla, y otros de más entidad lo hacen por el sur, como el Riaza y el Duratón. La figura 3 nos permite ver mejor la distribución altitudinal y la red hidrográfica. El relieve, con las elevadas altitudes, a una latitud de entre 41º y 42º N, es uno de los factores más condicionantes de los cultivos, además de los climáticos.

Figura 5

Figura 5

El clima duro convertido en potencial.

El clima de La Ribera, en contra de lo que aparece en la web del Consejo Regulador (www.riberadelduero.es), como “continental extremado”, es, realmente, un típico clima mediterráneo de altitud. Es mediterráneo, porque la situación planetaria de La Ribera corresponde a las latitudes medias subtropicales, propias del dominio mediterráneo (42 ºN), en el SO del continente europeo. Un clima que se caracteriza por la aridez estival, es decir, por la casi ausencia de lluvias entre mediados de junio y mediados de septiembre, circunstancia que permite una prolongada insolación y una excelente maduración de la uva. Pero es también un clima de altitud, lo que produce fuertes oscilaciones térmicas entre el día y la noche y propicia la acumulación de azúcares en el fruto, aportando grado, suavidad y elevada acidez fija, lo que permite reunir las cualidades más sobresalientes de los viñedos atlánticos y mediterráneos. Finalmente, por tratarse de un clima mediterráneo de altitud, que afecta a un sector de una cuenca cerrada, enclaustrada entre montañas, alejada de las influencias marítimas, cuenta con escasas precipitaciones, de entre 450 y 500 mm anuales, lo que dificulta los elevados rendimientos y favorece la excelente maduración y cualidades organolépticas del fruto, especialmente del “tempranillo”, la variedad autóctona adaptada a estas condiciones climáticas. La cepa tiene que repartir el agua y los nutrientes sólo entre 1 y 3 kg de uva, lo que aumenta indudablemente la calidad.

De entrada, la temperatura de La Ribera oscila en torno a los 12 ºC de media anual, aumentando hacia el oeste y disminuyendo hacia el este, a consecuencia de la altitud (véanse los climogramas de la figura 4). Esta media anual oscila entre los 21 ºC del mes de julio y los 3,5 ºC del de enero, pero en mayo, cuando empieza a brotar la vid, se alcanzan medias de entre 13 y 14 ºC, que se elevan a 18 en junio y a 21 en julio, para ir cayendo después hasta los 12 ºC en octubre, aunque a principios de este mes, cuando se realiza la vendimia, se supera ese valor medio. A lo largo de los seis meses centrales del año se consiguen unos 182 días de temperaturas activas, con 2.300 a 2.800 horas de sol y unos 130 días libres de helada, marco en el que se obtiene una excelente maduraciaón de la uva.

Temperaturas y precipitaciones moderadas no excluyen rigores térmicos ni hídricos, que se suelen resolver mediante la aplicación de técnicas modernas. Los mayores riesgos que corren los viñedos de La Ribera se pueden producir en el mes de mayo, pues, el brote de la vid, que tiene lugar en los primeros días de este mes, o antes si se adelantan los calores primaverales, puede dañar seriamente los meristemos terminales de los vástagos y acabar con los racimos. En efecto, aunque el riesgo de heladas tardías, según apunta Huetz, es de un 10%, uno de cada diez años, la ocurrencia de ese fenómeno en mayo produce estragos insuperables para la cosecha, aunque no para la planta. Los viticultores se defienden con podas generosas, de modo que si se hielan las yemas altas, las heladas no suelen afectar a las más bajas. Algunas grandes bodegas han introducido incluso quemadores de fuel con grandes ventiladores para remover el aire durante los días en que las temperaturas caen por debajo del punto de rocío, por efecto de la inversión térmica, o para esparcir una capa de aire caliente procedente de la combustión del fuel y distribuirlo por la parcela. En el otro extremo, los veranos áridos que han sido precedidos por primaveras secas, se combaten mediante la aplicación de uno o dos riegos, por goteo, que aseguran la cosecha e incluso mejoran el equilibrio metabólico de la planta. Casi todas las plantaciones modernas están organizadas en espalderas, acompañadas de grupos de bombeo y goteros, que sólo se usan en caso de necesidad, no aportando más que unos 30 l/m2 y riego y, a lo sumo, se aplica un riego en junio y otro en julio, pues, si se regara más, se sobrepasarían los 7.500 kg de uva/ha, prohibidos por el Consejo Regulador, cuando, además, los viticultores se orientan a cosechas cortas, del orden de los 5.000 kg/ha, que aseguran mayor calidad y precio de la uva.

Figura 6 . Climogramas

Figura 6 . Climogramas

Viñedos y regadíos dominan el paisaje vegetal.

Este marco natural de La Ribera permitió la roturación masiva de las vegas, de las plataformas intermedias y de los páramos más favorables, de modo que el paisaje cultural ha sustituido al natural. Así, los montes de encinas y quejigos han sido roturados en gran medida y relegados a manchas, más o menos extensas, que cubren parte de los peores suelos o de los pertenecientes a grandes propietarios que no han tenido ni sentido la necesidad de transformar el monte en campo de cultivo. No obstante, también se encuentran bosques de pinares -Pinus pinaster-, en buena medida heredados de las repoblaciones forestales de los dos últimos siglos. Pero, ante todo, el paisaje ribereño actual está marcado por los aprovechamientos más sobresalientes: los cultivos de regadío y los viñedos. Ambos se extienden por el valle y tapizan de verde todos los rincones; no son dominantes en extensión, pero sí en impronta, en valor económico y en consideración y aprecio social, por lo que en algunos pagos están configurándose como monocultivo.

El regadío ha sido la modalidad de cultivo más valorada en La Ribera durante largos decenios, especialmente desde la buena cotización de la remolacha azucarera a partir de mediados del siglo XX, que orientó las vegas del Duero hacia la remolacha principalmente, y hacia la patata, alfalfa y cereal de rotación en segundo lugar. Las volubles circunstancias del mercado obligaron a los agricultores a concentrar sus esfuerzos en los cultivos regados, en primer lugar, y en el viñedo y el cereal de secano en segundo lugar. Esta situación empezó a cambiar en los años 1960, a consecuencia del fuerte éxodo rural, que fue diezmando la población agraria, y que hizo presente la mecanización y modernización técnica, de tal manera que los cultivos que no permitían la mecanización desaparecieron rápidamente. Es lo que sucedió con las leguminosas de secano, como primeras víctimas de las técnicas modernas. Pero a ellas se sumó el viñedo, que, debido a sus exigencias de mano de obra -10 jornadas/ha para vendimiar, 3 para podar y otras 15 entre aradas, aporcamientos, escardas, abonados, fumigados, desvastigados y otros trabajos y tratamientos- fue decreciendo rápidamente hasta quedar por debajo de las 10.000 ha antes de que recibiera la denominación de origen en 1982.

Ribera, 1985, Landsat Mosaico Retocado

Ribera, 1985, Landsat Mosaico Retocado

Figura 7, Ocupaciones del suelo en la Ribera del Duero CLC 2000

Figura 7, Ocupaciones del suelo en la Ribera del Duero CLC 2000

Así, el mundo de vides y vinos que siempre había dominado en La Ribera fue siendo sustituido por un regadío valioso, pero escaso, y por un secano cerealista, extenso y absolutamente dominante hasta mediados de los años 1980. Las circunstancias favorables desde esos momentos ayudaron a cambiar el rumbo, cuando la demanda de vinos de calidad, sostenida por una población que mejoraba su nivel de vida y que estaba dispuesta a pagar más por vinos que hasta entonces se habían vendido fundamentalmente a granel, modificaron radicalmente la situación.

Estas ideas están corroboradas por los datos tomados del Corine Land Cover 2000, por un lado, y de los documentos 1-T sobre Distribución de los aprovechamientos agrícolas, por otro. Aunque hay diferencias entre ambos datos, debido a los diferentes métodos de cómputo y tratamiento utilizados, constituyen las mejores referencias cuantitativas y de localización de las ocupaciones del suelo en La Ribera.

Las mayores disparidades se dan precisamente en el viñedo, y es que las imágenes tomadas mediante satélite no discriminan las parcelas inferiores a 1 ha, por lo que numerosas viñas, sobre todo las tradicionales, se asignan a la clase de “terrenos agrícolas heterogéneos”. Cualquiera que sea el método adoptado, las hectáreas regadas en La Ribera del Duero rondan las 21.000, una superficie análoga a la del viñedo, declarado casi en su totalidad en secano, a pesar de que, como hemos comentado, los viticultores tienden a asegurar la cosecha mediante el aporte de uno o dos riegos en las primaveras secas. Con todo, las 42.000 ha de viñedos y regadíos no representan más que una fracción pequeña de la superficie total, la cual podemos establecer en unas 282.000 ha, una vez descontadas las superficies del sur de San Esteban de Gormaz y de la mayor parte de El Burgo de Osma, que están excluidas de la D.O. Sin embargo, las 42.000 ha de viñedos y regadíos representan un 25% de las tierras de cultivo, con un valor que trasciende completamente a las del secano herbáceo, cuyo peso alcanza el 75% restante. Así, viñedos y regadíos se erigen en los dominadores del paisaje y en el fundamento económico y social de la comarca, llenando de lujoso verdor las vegas y plataformas del valle durante los veranos mediterráneos, cuando los ardores estivales cubren el secano de un extenso y pálido tapiz amarillo pajizo. Y no sólo quintuplican los rendimientos de las tierras secas, sino que emplean abundante mano de obra, tanto en las tareas de producción como en las de transformación y comercialización de los productos.

En esencia, mientras los cereales de secano tienen unos ingresos brutos de entre 500 a 600 €/ha, los del regadío los multiplican por 4 o 5 y son capaces de emplear 8 veces más de trabajo, en tanto que el viñedo aporta unos 5.000 €/ha como valor de la uva y necesita 30 jornadas de trabajo por hectárea, a lo que añade toda la riqueza y el empleo generados en la elaboración, cuidado, cría y distribución del vino. Éstas son las claves de La Ribera y, en tan sólo tres decenios ha resurgido de sus cenizas y, con ella, con sus gentes, con sus vinos y bodegas, se está levantando un nuevo paisaje y una nueva y dinámica comarca: la de mayor impulso de Castilla y León, dado que a comienzos de noviembre de 2009, y a pesar de la crisis general, cuenta ya con 6 bodegas elaboradoras más (256 en total) y la crisis económica sólo parcialmente la está afectando.

EL DINAMISMO Y ÉXITO PROGRESIVO DEL SECTOR VITIVINÍCOLA

Ciertamente, el mundo rural de Castilla y León, aquejado de un largo proceso de despoblación, envejecimiento y pérdida de sustancia demográfica y económica, se ha mantenido y se mantiene, desde hace cuatro decenios, como uno de los ámbitos más típicos del ámbito rural profundo a escala española y europea. Dentro de él, La Ribera logró zafarse mínimamente de la tendencia regresiva general, pero sucumbiendo finalmente a la emigración, al vaciamiento de los pueblos y a la decadencia reinante. Así sucedió desde 1960 hasta cerca de 1990, cuando empezó a cambiar todo.

El primer impulso provino de la concesión de la Denominación de Origen Ribera del Duero en 1982, circunstancia muy poco valorada en un principio. Sin embargo, los viticultores comenzaron a vender sus caldos a mejores precios, principalmente a partir de 1986, con el ingreso de España en la CEE, que supuso un segundo factor favorable, debido al ensanchamiento del mercado y a la seguridad de comercialización a precios dignos o, al menos, bastante mejores que los de hasta entonces. La demanda creciente y expansiva de vinos de calidad constituyó el tercer y decisivo factor coadyuvante. En consecuencia, el tímido movimiento que arrancó en Pedrosa de Duero y La Horra en favor de los viñedos y vinos durante los años 1980 empezó a dar resultados y a extenderse hasta generalizarse. Y, como el cuidado de viñas y vinos exige una gran cantidad de trabajo, La Ribera se convirtió en una comarca de inmigración, lo que no quiere decir que tenga crecimiento demográfico, pues el envejecimiento inexorable de sus habitantes ha producido un mero estancamiento poblacional, frente al declive acusado en la mayor parte de las comarcas rurales de Castilla y León.

Un comportamiento demográfico ambiguo.

Una simple ojeada a los gráficos adjuntos (figuras 6 y 7) nos indica las variables demográficas. Aranda, como capital de La Ribera y municipio urbano, tiene una evolución singular, expansiva en todos los ámbitos, mientras las áreas rurales ribereñas, a pesar del cambio positivo de sus valores demográficos en el siglo XXI, se mantienen en una situación de cierta depresión, que les está costando superar. Aunque Aranda ha crecido sin parar desde mediados del siglo XX, el resto de La Ribera sólo ha podido mantenerse, y, a duras penas, crecer durante el último decenio.

Este fenómeno se comprende bien a la luz de las estructuras demográficas, pues la edad media de los habitantes ribereños llega casi a 45 años y el índice de envejecimiento (mayores de 65 sobre menores de 15) a 1,86, representando un 22% los que superan los 65 años. En estas condiciones se hace muy difícil el crecimiento de la población, pero es que, si descontamos Aranda, la edad media sube a 48,3 años y el índice de envejecimiento alcanza la cifra escalofriante de 2,95, lo que significa que en el espacio rural ribereño hay 3 viejos (>65 años) por cada menor de 15. Llama la atención el peso excepcional de las mujeres mayores de 70 años en el ámbito rural, en el que 28,4% de la población supera los 65. Todo ello favorece la acumulación de activos en las edades adultas, especialmente entre los 20 y los 65 años, que da lugar a una tasa de actividad elevada, del orden del 66% para los que se hallan en las franjas de edad laboral. Sin embargo, esta abundancia de activos tampoco genera una dinámica progresiva, pues el índice de reemplazo de la población activa (15-19 años partido por 60-64 años) es de 0,78 para toda La Ribera y de 0,62 para el ámbito rural ribereño, sin llegar a 1 en ningún caso, que sería el umbral de mantenimiento de la población actual. La demanda creciente de mano de obra para el cuidado de las viñas y la crianza de los vinos son actividades que han desencadenado la llegada de inmigrantes por toda la región y el dinamismo económico general que se respira en La Ribera y que permite deducir un futuro de progreso.

Figuras 8, 9 y 10. Evolución de la población de La Ribera, 1900-2008 y pirámide de edad de la población total de La Ribera.

Figuras 8, 9 y 10. Evolución de la población de La Ribera, 1900-2008 y pirámide de edad de la población total de La Ribera.

Figuras 8, 9 y 10. Evolución de la población de La Ribera, 1900-2008 y pirámide de edad de la población total de La Ribera.

Figuras 8, 9 y 10. Evolución de la población de La Ribera, 1900-2008 y pirámide de edad de la población total de La Ribera.

Una economía en expansión.

La Ribera del Duero se cimienta en torno a Aranda, que no sólo es su capital económica, sino su centro de actividades y servicios. Sin embargo, la economía de la vid y el vino no se reduce a esta pequeña ciudad, sino que se distribuye por toda la Ribera y trasciende los límites de la villa arandina. En efecto, Aranda acoge a 3 de cada 5 trabajadores ribereños, porque es ante todo un centro industrial y de servicios, mientras que la agricultura cae en importancia, a pesar de que aglutine a una octava parte de los operarios agrarios comarcales. Bien podemos decir que La Ribera es un territorio de vides y vinos en el que Aranda tiene poco peso territorial, pero, por el contrario, gran peso y fuerza económicas, lo que no obsta para que las bodegas más reconocidas queden fuera de su término. Por el contrario, fábricas como Michelin, Glaxo-Welcome, Leche Pascual y un gran número de otras industrias -grandes, medianas y pequeñas- tienen su sede en este municipio, que fue concebido como polígono de descongestión industrial de Madrid en los años del desarrollismo español.

Figura 11, Distribución de la población trabajadora en la Ribera por municipios y grandes sectores económicos. Junio 2007

Figura 11, Distribución de la población trabajadora en la Ribera por municipios y grandes sectores económicos. Junio 2007

Han sido estos elementos agrarios e industriales los responsables y generadores de los nuevos paisajes ribereños, y especialmente en La Ribera rural, fuera de Aranda. Hay todavía numerosos pueblos en los que predomina la población activa agraria sobre el resto, si bien no alcanza más que un 24%. Y es que la industria del vino está no sólo empleando a numerosos activos, sino que está contribuyendo grandemente a dinamizar la construcción de bodegas y todo tipo de edificios destinados a su cuidado y crianza, hecho que está potenciando enormemente la actividad constructora, por un lado, y el enoturismo, por otro. En este sentido, no podemos olvidar el papel de Aranda como centro del lechazado asado, que, en continua sinergia con el vino, está produciendo una auténtica mutación en la economía y en el paisaje de las tierras del Duero.

La gastronomía gana en importancia y hay un crecimiento expansivo del enoturismo.

Hay que insistir en la importancia gastronómica de la capital del Duero, cuyo auge ha sido similar al del desarrollo económico de España desde los años 1960, pero potenciado por la expansión del vino y el enoturismo a partir de los años 1990. Si tradicionalmente las tierras ribereñas eran reconocidas por el lechazo asado, su acompañamiento por los grandes vinos tintos ha venido a incorporar una nueva dimensión al desarrollo comarcal, que todavía está empezando su camino, pues el crecimiento espectacular del número de bodegas y del número de empleos así lo ponen de manifiesto.

El auge sostenido de la demanda de ocio, turismo y restauración de la sociedad industrial española que arranca de los años 1960, ha permitido a Aranda consagrarse como capital del lechazo asado, merced a su buen hacer gastronómico y a su buena situación en la ruta que va de Madrid hacia el Norte. En este sentido, es incuestionable que Aranda ha cristalizado como el centro por excelencia del lechazo, acompañado de “la torta de Aranda”, pues la demanda creciente de este producto ha permitido que nacieran varias panaderías industriales, que elaboran torta precocida y que la exportan a toda España en cantidades superiores a las 3.000 unidades al día. El aumento de restaurantes ha sido por ello constante y ha permitido satisfacer una demanda de los clientes locales, nacionales e internacionales gracias al aumento de la calidad de vida y del poder adquisitivo.

Resulta patente que la expansión del consumo de lechazo asado acompaña al desarrollo económico y social de España. Así, habría sido impensable celebrar las famosas jornadas gastronómicas del lechazo asado en Aranda de Duero en los años 1960, mientras fue todo un acontecimiento en 2008 o en años anteriores, y en el 2009 llegaron a celebrarse las IX jornadas del lechazo asado, en las que participaron 10 de los 17 grandes asadores arandinos, con un éxito indudable. El consumo de lechazo exige su cría y cuidado previos, lo que contribuye al mantenimiento de los rebaños en estas tierras, pero, frente a lo que sucedía tradicionalmente, su consumo se acompaña de los vinos tintos -antes eran los “claretes”-, que representan una maridaje gastronómico perfecto y que están contribuyendo a una expansión vitícola inusitada y sin precedentes, no tanto por su consumo local directo, sino, sobre todo, porque han trascendido los límites locales, comarcales y nacionales para consolidarse como grandes vinos tintos mundiales.

De este modo, la valoración del vino y su entorno se ha convertido en un “producto turístico” incuestionable en las sociedades desarrolladas, tanto que casi todas las bodegas con cierta entidad se han acogido a su explotación. Así, mientras las bodegas tradicionales cuidaban las visitas ocasionales para hacer propaganda de sus caldos mediante invitaciones a catas accidentales, hoy las bodegas disponen de locales preparados, de salas de cata, de comedores, de hoteles, de restaurantes, e incluso de SPAs, y están anunciadas en las agencias de viaje, atendiendo cada vez más tanto a particulares, como colectivos, agentes de ventas y visitantes nacionales y extranjeros.

La construcción de varios hoteles de 5 estrellas en las propias bodegas o en los lugares adecuados, junto a la proliferación de otros de 4 y 3 estrellas, no deja de ser una muestra más de esta modalidad de aprovechamiento. Así, Torremilanos en Aranda, Arzuaga en Quintanilla, Tinto Pesquera en Peñafiel, Abadía de Retuerta en Sardón, además de El Convento de las Claras o el Hotel Ribera del Duero en Peñafiel, entre los más importantes, representan una muestra de un fenómeno en estado expansivo. Baste citar una aproximación mediante la búsqueda en Internet de bodegas con enoturismo para tomar conciencia del hecho. Así, la agencia de viajes Enodestino, en su web, aporta una selección de 16 afamadas bodegas con este tipo de actividad, que no representan más que una mera muestra, pues, aunque incipiente, hoy se ha convertido en una posibilidad generalizada y hay otras muchas que ofrecen catas comentadas, comidas o banquetes. En la tabla 3 aparecen las bodegas dedicadas al turismo de vino de la zona de La Ribera.

Tabla 3 : Bodegas enoturisticas citadas en “Ruta de Enodestino”

Tabla 3 : Bodegas enoturisticas citadas en “Ruta de Enodestino”

Ahora bien, este incuestionable y sólido crecimiento económico tiene un reflejo espacial claro y espectacular, pues, se ha hecho presente un nuevo paisaje de bodegas modernas y ambientadas en el paisaje vitícola. El paisaje agrario ribereño, en consecuencia, es producto de esta nueva coyuntura. Ese vigor vitícola está provocando un resurgimiento de los pagos vitícolas, los cuales, a su vez, se renuevan y rejuvenecen, rompiendo la configuración del parcelario tradicional. El paisaje de La Ribera actual se diferencia mucho del anterior, pues allí donde había un sinfín de pequeñas parcelas de cereal se han asentado grandes fincas y bodegas, como es el caso llamativo del Condado de Haza, que ha construido una finca de 350 ha allí donde aparecían innumerables parcelas familiares. Pero, junto al Condado de Haza, se han instalado también otras bodegas en terrenos de La Horra, así como otras grandes fincas y bodegas sobre antiguos pagos formados por una pléyade de tierras menores de una ha.

Figura 12, Gráfico población activa en la Ribera

Figura 12, Gráfico población activa en la Ribera

LOS NUEVOS PAISAJES VITIVINÍCOLAS : ENTRE LA TRADICIÓN Y EL FUTURO

La Ribera ha sido y es una tierra de vides, pero no lo ha sido siempre en la misma medida, pues en algunas situaciones ha estado a punto de perder su carácter y su valor como tal, especialmente durante la crisis del éxodo rural de los años 1960 y 1970. No obstante, la conversión de los viñedos en campos cerealistas generalizados en aquellos decenios, cambió radicalmente su tendencia a partir de mediados de los años 1980, una vez aprobada la D.O. El impulso dado a estas tierras ha sido de tal magnitud que no han dejado de venir capitales regionales, nacionales y extranjeros a implantar viñedos y bodegas, por más que la crisis financiera actual haya frenado momentáneamente el proceso. Frente al paisaje tradicional, recogido en la figura 8, con el monte de pinos rodeado de viñas y tierras de pan, entre Nava de Roa y Valdezate, encontramos el de la figura 9, la Hacienda Abascal, donde la racionalización y la concentración de los pagos vitícolas se establece en torno a las bodegas modernas en las que se ha potenciado el enoturismo, incluyendo restaurante y hotel.

Figura 13.

Figura 13.

Paisaje de La Ribera entre la Cuveta de Roa y de Valdezate, pintura realizada por un proceso de demarcación de tierras y montes y conservado en la Cancillería Real de Valladolid, en la Sección de “Planos y dibujos. Hoijas,26”, con el código de Referencia ES.47.186, ARCHV 1.1.10/PLANOS Y DIBUJOS, ÓLEOS 26. s/f (SS. XVIIXVIII?) Contenido: la Capa topográfica de los límites de la Cuveta de Roa y Valdezate(Burgos), separadas por tres alineaciones.

Figura 14.

Figura 14.

Una de las numerosas nuevas bodegas, rodeada con sus vides, organizadas a partir del parcelario tradicional. Hacienda Abascal, en el municipio de Quintanilla de Arriba (Valladolid) (Foto F. Molinero et C.Cascos, 21 junio 2009)

Figura 15, El diseño en las bodegas de protos Rogers

Figura 15, El diseño en las bodegas de protos Rogers

Figura 16, Cepa 21

Figura 16, Cepa 21

La ruptura con el pasado se observa principalmente en la racionalización de los pagos de viñedo y en la modernización de todos los elementos y procesos, incluidos los arquitectónicos. En este sentido, no podemos pasar por alto el diseño de Richard Rogers para Protos, que, si fue “la primera” bodega cooperativa de La Ribera, también ha sido la primera en contar con un prestigioso arquitecto de fama mundial para su diseño: Otras bodegas, como Cepa 21, de estilo rupturista, han integrado formas y materiales nuevos, rompiendo un tanto con el clasicismo, naturalidad y solidez de la piedra caliza, que constituye el principal elemento constructivo de las bodegas levantadas sobre edificios tradicionales. En todos los casos, los pagos vitícolas se desarrollan en su entorno, aunque algunos estén alejados, pero siempre ordenados y bien cuidados, abiertos para recibir la máxima cantidad de sol y para poder realizar correctamente las labores.

Figura 17.

Figura 17.

Mosaico de parcelas vitícolas, mezcladas con otras cerealísticas, al sur de la cuesta Manvirgo, en La Ribera, entre Quintanamanvirgo y Boada de Roa. La expansión reciente del viñedo se ha extendido como una mancha de aceite, pero aún hay números y pequeños propietarios que conservan sus tierras de viña, incluso con sus viviendas, frente a las bodegas más modernas que homogenizan el paisaje agrario.

Sin embargo, esta ruptura con el pasado no ha sido general, pues todavía se conservan numerosísimos viticultores mayores, de entre 65 y 85 años, que mantienen pequeñas parcelas de viñas viejas, a las que no ha llegado la renovación (Figura 10). Como indica el reconocido enólogo y bodeguero Peter Sissek (titular de “Pingus” en Olivares de Duero), es lamentable que esas viñas desaparezcan, por cuanto aportan gran calidad al vino, ya que sus profundas y extensas raíces, debido a su edad, favorecen la obtención de nutrientes y sustancias desde numerosas capas y a distintas profundidades del suelo, lo que aporta unas cualidades organolépticas excepcionales, por lo que, tanto por su función como por su aspecto, deberían ser declaradas patrimonio paisajístico o cultural. Tanto en las faldas del cerro Manvirgo (Quintamanvirgo) como en Gumiel de Hizán o Fuentelcésped se conservan pagos vitícolas enteros en los que la heterogeneidad es la norma.

La clave de la dinámica ribereña debemos buscarla en la gestión, el cuidado y hasta el empeño puesto en garantizar vinos de calidad en unas tierras que habían manifestado sus capacidades para producirlos, como lo venía haciendo Vega Sicilia desde 1900 y como lo habían demostrado otros productores pioneros, pues ya en la Exposición Universal de París de 1879 el ilustre prohombre horrense Juan Mabrilla había conseguido un galardón a sus vinos tintos de crianza elaborados por métodos tradicionales. En esa exposición el Jurado Internacional premia con una mención honorífica las bebidas fermentadas presentadas por D. Juan Mambrilla (y a quien se le comunica mediante carta de 26 de agosto de 1878, fechada en París y firmada por el Comisario Delegado). Por el interés indudable que ofrece no sólo el premio, sino la explicación que da del método de elaboración del vino premiado, no podemos dejar de transcribirlo:

La uva de la que se fabrica este vino es de la llamada en el país aragonesa, tinta de hollejo fuerte y mucha parte curtiente o tánico. El mosto daba catorce grados y medio del pesa mostos, aunque ordinariamente no suele pasar en la localidad de doce y medio a trece grados. [Sin duda] debido a lo excepcional del año y a la situación de la viña. El terreno de ésta es cascajoso en el suelo y fuerte o barroso con manchas de calcio en el subsuelo.

La uva se separa del rampojo por medio de una desgranadora de madera, cociendo la uva en grandes tinos o cocederas de madera de roble, abierta por arriba, de doscientas cántaras de cabida cada una. El mosto se tira a las cubas cuando se aproximaba a cero del referido pesa-mosto.

En el mes de enero del primer año se trasegó a pipas de 27 a 30 cántaras azufranditas (sic) previamente, volviéndose a trasegar en el mes de marzo y en el de septiembre. El segundo año llevó dos trasiegos y uno en los sucesivos. De este modo se ha conseguido conservarlo cinco y más años, cuando lo fabricado por el método común del país apenas puede resistir los calores del primer estío.

Generalizada esta fabricación, podría venderse al segundo y tercer año a precios relativamente módicos. Valladolid, Febrero, 21 de 1877.

Figura 18, Pagos vitícolas y hotel-monasterio de Santa María de Retuerta

Figura 18, Pagos vitícolas y hotel-monasterio de Santa María de Retuerta

En efecto, la evolución del viñedo ribereño es muestra de los cambios acelerados que se producen cuando, por cualquier tipo de factores, se encuentra una ventaja comparativa bien aprovechada. En el caso de La Ribera del Duero, la concentración vitícola histórica obedecía a su singularidad de ser una comarca de valle entre páramos y, por lo tanto, más abrigada y con mayor integral térmica. Sus suelos sueltos y cascajosos, cálidos y secos, favorecieron la expansión general del viñedo, al que no tumbó ni la crisis de la filoxera, entre finales del XIX y principios del XX, ni la más grave crisis del éxodo rural de los años 1960. La demanda de vinos de calidad en España la sacó de su retroceso crítico para darle la pujanza que actualmente tiene, en gran medida apoyada en el control de calidad aplicado a sus vinos, control que previamente no se hacía. Así, sus bajos rendimientos de uva comparados con otras grandes regiones vitícolas mundiales, le otorgan un sello de calidad indudable, basado en la variedad tempranillo, en su alta insolación, en la buena salud y maduración del fruto, lo que, en definitiva, ha permitido que los vinos de La Ribera sean los de mayor precio del mercado español. Desde otra perspectiva, el vino, que siempre fue objeto de inspiración para cantantes, poetas y artistas, nos ha permitido entrar en la obra de algunos, cuyos testimonios reflejan la naturaleza y la esencia de la vida campesina, de sus penurias, de sus alegrías y de sus quehaceres.

LA RIBERA Y EL ARTE

Figura 19. Castillo de Peñafiel, arquitectura militar y torre de vigía de La Ribera; hoy museo provincial del vino (Foto de C. Cascos, et F. Molinero, 21-06-2009).

Figura 19. Castillo de Peñafiel, arquitectura militar y torre de vigía de La Ribera; hoy museo provincial del vino (Foto de C. Cascos, et F. Molinero, 21-06-2009).

En los cien kilómetros de la Ribera, el valle del Duero y sus ensanches muestran un claro papel de eje o rosario del patrimonio histórico y artístico, en el que se suceden por decenas ermitas, monasterios, castillos y puentes notables y en cuyos muros se representan los frutos y el paisaje de la vid, lo mismo que en la imaginería y los retablos que la alojan. Los dinteles de la ermita de Quintanilla de las Viñas o el castillo de Peñafiel, hoy convertido en Museo provincial del Vino (figura 11) son una muestra de la abundancia de motivos arquitectónicos en torno al vino convertidos en patrimonio religioso (figura 12) y civil.

Figura 20. Escultura gotica del Monasterio de Nuestra Señora de la Viña; la Patrona sostiene el conjunto de racimos y hojas que son asimismo motivo de decoración del fondo del retablo.

Figura 20. Escultura gotica del Monasterio de Nuestra Señora de la Viña; la Patrona sostiene el conjunto de racimos y hojas que son asimismo motivo de decoración del fondo del retablo.

Además del agua, por el río y el valle fluyeron viajeros, ideas y culturas, que se plasman en la dicotomía entre la frontera medieval de la Reconquista y el papel posterior de espinazo y vínculo de Castilla, cantado sin remilgos por los poetas. Aunque distantes en el tiempo, no en el sentir, Góngora y Alberti muestran el carácter fluido y ameno del paisaje enhebrado por el río.

“De ríos soy el Duero acompañado
entre estas apacibles soledades,
que despreciando muros de ciudades,
de álamos camino coronado.
(Luis de Góngora (1603): Soneto XLI)

Madruga, la amante mía,
madruga, que yo te quiero.
En las barandas del Duero,
viendo pasar la alba fría,
yo te espero.”
Rafael Alberti (1925): La amante. (En Aranda de Duero)

La Generación del 98 ahonda en el carácter vertebrador del río y el valle en una Castilla pobre, ruinosa e ignorante, pero núcleo de España a la postre según los versos de Antonio Machado, en plena sintonía con Azorín, a quien aquél dedicara Campos de Castilla, y no menos con Miguel de Unamuno. Esos atributos del Duero se deben al tipo de red en espaldera y el papel de colector a lo largo de su cuenca lanceolada.

“El Duero cruza el corazón de roble
de Iberia y de Castilla.¡Oh tierra triste y noble, ...
.…decrépitas ciudades, caminos sin mesones
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones
que aún van, abandonando el mortecino hogar,
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!
¿Y el viejo romancero
fue el sueño de un juglar junto a tu orilla?
¿Acaso como tú y por siempre, Duero,
irá corriendo hacia la mar Castilla?”
Antonio Machado (1907-1917):
“A orillas del Duero” (Campos de Castilla)

Abundando en las mismas ideas, pero a modo de oda de río abajo, no desmerece el poema de José García Nieto, homónimo del de Machado e incluido en Geografía es amor. En sus estrofas muestra el cambio del paisaje desde las cumbres de Urbión hasta la Ribera, cuyas vertientes arcillosas proveen la construcción de adobe y la transformación de la antigua frontera belicosa en acequia de esencias de Castilla.

“Sobre ti van los hombres y los cielos;
contigo, peregrina, va Castilla;
contigo van los surcos y los vuelos.
Si pájaros anidan en tu orilla,
brazos hay que levantan su morada
con paredes jugosas de tu arcilla.
Duero de la montaña y la llanada,
Duero de la oración y del sosiego
Duero de alta voz precipitada,
Ya no llaman a guerra tus campanas;
tu espada que otro tiempo dividía
a las gentes en moras y cristianas,
hoy es, bajo este sol del mediodía,
una lengua que lleva mansamente
por Castilla y León su melodía,
Un cristal renovado y permanente
donde la tierra sin cesar se asoma,
donde se entrega sin dudar la fuente…”
José García Nieto (1956):
“A orillas del Duero” en Geografía es amor”

Las relaciones de viajes de extranjeros por España interesan en la visión retrospectiva del paisaje, por tratarse en general de personas de mundo y de las más cultivadas, que tienen término de comparación con su país o por los largos recorridos por otros. Barthélemy Joly, al servicio del rey de Francia y muy crítico con los españoles y con el país en general, pasó por la Ribera en 1603-04 y ofrece este testimonio de Aranda a Valladolid: “Al día siguiente, por una cuesta de viña, donde las aguas estaban fuera de los pueblos, cavadas en la roca, llegamos a comer a Aranda de Duero, buena ciudad,…” “Después por Hoyales de Roa, recomendado por producir los mejores garbanzos (son como guisantes) de toda España...” Menciona también la presencia de almendros por las tierras, como en el Delfinado, y, además de advertir que las vides estaban en las cuestas, que hoy se tienen por mejor emplazamiento, destaca el peso y fama de las leguminosas –clave en la subsistencia- y los cultivos arbóreos en papel complementario.

La pintura, arte esencial del paisaje, representa notablemente al de la Ribera en la obra de José Vela Zanetti, de reconocimiento universal. En grandes murales, en óleos y en diversos géneros, incluyendo el bodegón, este autor dedicó al paisaje y especialmente al agrario una gran parte de su vasta producción. Vela Zanetti (1913-1999) nació, vivió de niño y murió en la Ribera, tras pasar más de dos décadas en el exilio en las que pintó el gran mural de “La lucha del hombre por la paz” en la sede de la ONU. Él mismo se autodefinió como “pintor de campesinos”, pero al paisanaje siempre añadió el paisaje, que por sí mismo y sin figuras es motivo de muchos cuadros. Las labo res del campo son el objeto más reiterado en Vela Zanetti, desde la vendimia (figura 13), la siega de la mies y el pastoreo, hasta una colección completa de las faenas. Pero Vela Zanetti, en su inagotable obra pictórica sobre el ambiente campesino de La Ribera, a través de bodegones, racimos, el vino contenido en jarras, botas y vasos en el ambiente subterráneo de las bodegas, sin que falte el pan candeal, amplía los motivos agrarios, que extendió a muchos otros. Los alimentos se representan con gran fuerza y son atractivos, llegando a desatar la saliva; el pan muy blanco y prieto, el vino tinto y robusto, y los fondos oscuros están en plena sintonía con el resto de la obra.

Figura 21. Vela Zanetti muestra en este cuadro el esfuerzo y trabajo colectivo y familiar en la actividad de la vendimia.

Figura 21. Vela Zanetti muestra en este cuadro el esfuerzo y trabajo colectivo y familiar en la actividad de la vendimia.

Figura 22, Vendimiador Fragmento de mural, Vela Zaneti

Figura 22, Vendimiador Fragmento de mural, Vela Zaneti

Figura 23.

Figura 23.

Esther Prada refleja el alma de La Ribera en este esquema de llanuras fértiles del Duero en el cual el valle es contemplado como una cuenca cerrada por los lados, destacando las tierras de vides y cereales y las plataformas intermedias en terrazas (Esther Prada, la Llanura fertil del Duero, 2009).

Figura 24, 1 de 2 bodegones Vela Zaneti

Figura 24, 1 de 2 bodegones Vela Zaneti

Figura 25, 1 de 2, Bodegón de la Siega. Vela Zaneti

Figura 25, 1 de 2, Bodegón de la Siega. Vela Zaneti

Otros artistas actuales, como Esther Prada, arquitecta del paisaje, ha dedicado también algún dibujo, bien expresivo, a la vega del Duero, en el que se aprecia figurativamente el eje del río, con sus formas de viñedos y parcelas de campos abiertos, que reflejan la inspiración recibida de las nuevas formas de los paisajes agrarios ribereños (figura 14).

La escultura y la arquitectura también contienen representaciones y se vinculan al paisaje, aunque sólo pretendan armonizar, o no desentonar con él, especialmente las obras de gran tamaño como las bodegas. Pero la expansión constante y la variedad estilística no facilitan una síntesis de lo que va siendo atractivo de rutas turísticas, donde se mezcla la cata de los vinos con la admiración de ermitas, monasterios y castillos medievales con los museos etnográficos y la edificación ultramoderna de las bodegas.

 

AGRADECIMIENTOS

Este trabajo ha sido elaborado gracias al Proyecto de Investigación de I+D, del Ministerio de Ciencia e Innovación, con referencia CSO2009-12225-C05-01, y título “Las unidades de paisaje agrario de España”, y del Proyecto "El estudio de los paisajes arquetipo de la agricultura en Castilla y León” (Referencia VA038A09).

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COMISIÓN PROVINCIAL DE BURGOS (1878): Carta de Marcial Prieto, ingeniero agrónomo, a D. Juan Mabrilla, La Horra, con sello de la Expo de París de 1878 (fechada en 28 de enero de 1878)

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ENODESTINO (2010): “Ruta del vino”, Bodegas propuestas en La Ribera, en http://www.enodestino.com/ruta-vino-ribera-duero_do_230,0.html

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MACHADO, A. (1907-1917): “A orillas del Duero” (Campos de Castilla)

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REAL CHANCILLERÍA DE VALLADOLID (2009): Sección de “Planos y Dibujos. Óleos, 26”

Illustrations

References

Electronic reference

Fernando Molinero y Cayetano Cascos, « Los paisajes vitivinícolas triufantes de la Ribera del Duero », Territoires du vin [Online], 3 | 2011, 01 March 2011 and connection on 21 November 2024. Copyright : Licence CC BY 4.0. URL : http://preo.u-bourgogne.fr/territoiresduvin/index.php?id=1404

Author

Fernando Molinero y Cayetano Cascos

Dpto. de Geografía. Universidad de Valladolid

Copyright

Licence CC BY 4.0