A Lucy Praino (Esther Ventura), in memoriam
Antes de analizar la cobertura por la prensa escrita argentina –autorizada1– del viaje del rey Juan Carlos I, en el tercer año de la última dictadura militar (1976-1983), recordemos el contexto de aquella visita oficial.
1. Situación
1978 fue el año en que los crímenes del poder de facto encontraron una intensa repercusión pública e internacional,2 gracias en particular a la acción tenaz de los exiliados, llevada a cabo a través de asociaciones que informaban diariamente acerca del terror, su metodología y sus víctimas.3 En Europa, los comités formados y movilizados en torno al boicot del campeonato mundial de fútbol de junio4 dieron a conocer masivamente la tragedia sufrida en Argentina5 (Franco 2005; Marenghi, Pérez López 2011). Los Estados Unidos, a partir de la toma de posesión en enero de 1977 de Jimmy Carter y de su administración, se mostraban preocupados por las consecuencias políticas del recurso a herramientas represivas distintas a las empleadas en Chile – aunque muy conformes a lo que había pedido el secretario de Estado Henri Kissinger en el marco de la Doctrina de la Seguridad Nacional, para evitar, precisamente, cualquier campaña de repudio internacional (Novarro / Palermo 2011: 110).6 Cuando Videla viajó a Roma por la asunción de Juan Pablo I, en septiembre de 1978, el vice-presidente estadounidense Walter Mondale negoció la invitación de la C.I.D.H.7 dependiente de la O.E.A. a cambio del crédito esperado por la construcción de la represa Yaciterá (Novarro / Palermo 2011: 290).
En Argentina, la elite civil, económica y eclesiástica (Verbitsky / Bohoslavsky 2013) que había exhortado al golpe militar, acompañaba el autodenominado « Proceso de Reorganización Nacional » impuesto con el fin de lograr una « auténtica democracia »,8 cuyo eje era un terrorismo de Estado, aunque clandestino cotidianamente presente,9 justificado y legitimado por ser el « reordenamiento » necesario contra el « caos » y la « subversión ». En la retórica de la Junta de las tres Armas y de su « presidente » –el llamado « cuarto hombre », reproducida, difundida y amplificada por la prensa, luego de una « etapa ordenancista » había llegado la hora de la « construcción de los fundamentos de la nueva sociedad argentina ».10 Gracias a la euforia popular que despertaron los eventos futbolísticos11 –la « fiesta de todos »–, al nacionalismo exacerbado por la amenaza de una guerra con Chile por el canal de Beagle12 y a los ataques permanentes a la llamada « campaña antiargentina en el exterior », se alimentaba un supuesto consenso que tapaba, además del terror, las profundas disidencias internas de la Junta y el gobierno militar (Uriarte 1991; Canelo 2005).
A la altura de noviembre de 1978, según el discurso militar y mediático, la etapa de la pax procesista – paz « ganada » mediante la « guerra sucia » – se cerraba para dar paso a una « salida institucional », a una posible « convergencia cívico-militar », con supuestos « interlocutores válidos »,13 una « institucionalización del país » que se presentaba como una « transición » política, prolongada y controlada, hacia la « democracia » (Solari Yrigoyen 1978b). Luego de los cambios a la cabeza de las Armas y en la Junta, y a pesar de ver limitado su tiempo « presidencial » hasta 1981, Videla intentaba seguir con un plan de « convergencia », proponiendo « diálogo » y « participación » a los políticos que querían creerle. La debilidad del « presidente » empezó a hacerse evidente en la multiplicación de las críticas públicas a la política económica del ministro Martínez de Hoz y a sus efectos (Novarro / Palermo 2011: 230-246). 14
El cuadro de situación era, pues, cuando Juan Carlos I llegó a Buenos Aires, el siguiente:
- En el discurso oficial, se repetía la letanía según la cual Argentina había salido de un « abismo », imagen con que se refería a la crisis política, económica, social, exacerbada por el « desgobierno » que habría caracterizado la presidencia de Isabel Perón. Ya « liquidada » la « subversión », se podía fundar una « auténtica democracia republicana », gracias a un Estado militar, « ordenado », que impidiera todo « desvío » hacia el « populismo demagógico ».
- En la realidad, las disputas internas por el poder disminuían el margen de maniobra de Videla y su gobierno. Éstas trascendían en los medios de comunicación que, según el sector militar o económico al que respondían y detrás del que se alineaban, apoyaban o cuestionaban la política del ministro de Economía Martínez de Hoz15 – muy resistida por el mundo laboral, a pesar de la saña represiva,16 y que originaría en noviembre de 1978 la primera huelga ferroviaria nacional desde el golpe.17
- La violencia afloraba por todas partes. Si el terrorismo de Estado, conocido afuera, empezaba también a ser denunciado internamente de manera organizada,18 a los secuestros por motivos ideológicos que seguían produciéndose a fines de 1978, se agregaban las víctimas por ajustes de cuentas entre las facciones cívico-militares, grosso modo entre seguidores de Massera19 o de Videla – entre quienes desaparecía en Buenos Aires, el 18 de julio de 1977, el embajador argentino en Venezuela, Hidalgo Solá, era asesinado el 28 de agosto de 1978 el director de El Confirmado Horacio Agulla,20 era secuestrada, el 20 de diciembre de 1978, pocos días después de la visita real, la diplomática Elena Holmberg (asesinada salvajemente). Cabe recordar que el ex-presidente argentino Héctor Cámpora seguía refugiado en la embajada de México y que Jacobo Timerman, recién liberado, seguía sin recibir la autorización de salir del país.21 Las listas de la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas creada el 15 de diciembre de 1983) señalan once desapariciones forzadas de personas entre el 27 y el 30 de noviembre, fechas de la visita de la pareja real en Buenos Aires.
En cuanto a los grandes medios argentinos,22 que habían apelado durante meses a derrocar al gobierno institucional en 1976 y celebrado la ruptura del orden institucional (Díaz 2002), su papel fue clave en el intento de la junta argentina de diferenciarse de las dictaduras del Cono Sur (Saborido / Borrelli 2011: 7-10). Dentro de los límites ideológicos fijados por el régimen militar, la prensa debía aparecer como amplia, matizada y plural para sostener la fachada de moderación republicana con la que se presentaba en sus discursos el poder de facto.23 Sin aparentar funcionar como mero portavoz del poder, o ceder a la apología continua de la Junta, por su “diversidad” buscó asegurar un consenso, convencer a la opinión pública de la absoluta necesidad de la «guerra contra la subversión» y del plan económico y social implementado.24
A partir de su propia historia y trayectoria editorial, a lo largo de los años de plomo, en todo caso hasta la derrota en la guerra de las Malvinas, cada medio escrito se mostró, a su manera, funcional a los supuestos objetivos « refundacionales » de la dictadura (Porta 2011) – al precio de una disciplina feroz de los trabajadores de prensa (Camaño / Bayer 1998) y de una autocensura amplia25 – aunque posicionándose de manera particular, aportando la prueba diaria, dentro de lo « razonable » y « justo » como lo pedía Videla, de que en Argentina imperaba la « libertad de prensa »26 – lo que venía recompensado, para algunos de dichos medios, con una amplia libertad de empresa.27
Actor fundamental y cotidiano,28 la prensa escrita lo fue al llevar a sus lectores a interpretar la realidad argentina según la visión prodictadura y a perpetuar un consenso « cívico-militar »,29 creando y alimentando un imaginario « procesista ».30 Particularmente cuidadosa con los temas « sensibles », internos, se mostraba generalmente algo más abierta en las secciones de política internacional – si de las denuncias de las violaciones de derechos humanos no se trataba – y en otros rubros, como el cultural.31 Ahora bien, la visita del rey de España, única de un dignatario máximo europeo a la junta militar,32 obligaba a cruzar dos líneas editoriales, como veremos casi contradictorias, la interna y la exterior, fuera del marco habitual y cómodo de la « campaña antiargentina »33 (Franco 2002) en el que, más particularmente, se había informado acerca de la polémica que había despertado el anuncio del viaje de Juan Carlos I en España (Barrera / Zugasti 2006).34 Cómo resolvió este cruce, es el tema de este estudio.
2. Esperando a los reyes
En los días que precedieron la etapa argentina del cuarto viaje hispanoamericano del rey, varias notas « breves » reprodujeron los anuncios de los servicios gubernamentales acerca del programa oficial de encuentros y festividades. Al acercarse la llegada de Juan Carlos I, los medios que tenían corresponsalía en España focalizaron su atención en la vida política de la península, dentro de un panorama europeo al que caracterizaban por su incomprensión hacia el « proceso » argentino – y que interesaba sobre todo cuando de violencia se trataba.35
Tal fue el caso de La Prensa.36 El viernes 17, informaba ampliamente acerca del asesinato, el día anterior, del magistrado Mateu en Madrid. El sábado 18 de noviembre, luego de dar cuenta de la visita de los reyes a México y de recordar los debates en el parlamento español acerca de la etapa argentina de este viaje oficial, dos artículos del corresponsal Jesús Iglesias Rouco37 atacaban duramente la « transición » española.
El primero, titulado « Fundamentos intactos y perfumes seculares en la corona española », cuestionaba la política exterior, designada con ironía evidente como « la ‘gran empresa americana’ del continuador de Isabel la Católica ». Arrancaba afirmando:
« […] Pese a la extraordinaria propaganda con que el gobierno de Madrid apoya este periplo americano de la Corona, nadie cree en Europa que el viaje servirá para transformar sustancialmente las relaciones de España con sus antiguas colonias que, si por algo se han caracterizado, ha sido por su vacío de sus objetivos válidos.
En este aspecto, ni el desarrollo económico, ni la nueva etapa democrática de este país, parecen estar contribuyendo al cambio de mentalidad y de recursos que esas relaciones reclaman […] ».38
El corresponsal recordaba que la primera visita del rey al continente americano, las treinta horas pasadas en Santo Domingo en mayo del 76, no había sido más que « colateral », ya que el destino verdadero había sido Washington – lo que « mostró claramente que la tradicional carencia de contenido de la política de Madrid, en relación con el continente, no llevaba camino de remediarse ». Enumerando las pasos reales por el continente americano, destacaba que el segundo viaje había sido marcado por la presidencia por Juan Carlos I de los actos del Día de la Hispanidad (12 de octubre) en Colombia, lo que en sí arruinaba la construcción de una imagen « progresista » ya que « Ni Felipe II, ni Fernando VII, ni el general Franco lo hubiera hecho mejor ». La evocación de la tercera gira real de septiembre del 77 (Venezuela, Guatemala, Honduras, El Salvador, Costa Rica, Panamá) realzaba la preferencia que el gobierno español otorgaba a los negocios (el petróleo de Venezuela, país visitado por segunda vez) sobre una supuesta política de derechos humanos – aunque « nadie dijo entonces una sola palabra acerca de su ‘aval’ a la dictadura izquierdoide de Panamá, o a las más bien derechistas de Guatemala, Honduras y El Salvador ». La segunda parte de la nota apuntaba directamente a quienes quisieran plantear la cuestión de los derechos humanos durante la visita real, a los españoles (¿diplomáticos, políticos, periodistas?) « llenos del entusiasmo advenedizo de quienes al cabo de siglos se encuentran de pronto con un principio de democracia en casa ». Interrogaba la oportunidad de la visita a Perú y a Argentina en el contexto conflictivo por el canal de Beagle, con el riesgo de perder credibilidad en Chile y eficacia en una posible mediación diplomática del rey. Un último subtítulo, « Comunidad iberoamericana de naciones », negaba la existencia de ésta misma, remitiendo a España a su tradición secular de desencuentro político con América. El artículo terminaba poniendo en duda la « hermandad » con Latinoamérica y el topos de la « madre patria », al evocar los atropellos recientes a migrantes y refugiados políticos, tema que el corresponsal pasaba a desarrollar en otra nota, « El gobierno y la oposición izquierdista se unen para echar argentinos de España », bajo la pregunta retórica « ¿La Madre Patria ‘Madrasta’? ».39 La mención de los cuestionamientos europeos a las violaciones de derechos humanos en Argentina, con subtítulos como « Solucionar el problema », desembocaba en formulaciones explícitas sobre la política española – « quienes gritan contra Pinochet y Videla, y se lamentan de la situación de sus presuntos enemigos y ‘víctimas’, son los mismos que abiertamente, o bajo cuerda, empujan a la policía contra los latinoamericanos » – y europeas – « Campeones de los derechos humanos como Suecia, Gran Bretaña y Francia, hace meses que empezaron a empujar a muchos latinoamericanos hacia las fronteras españolas…».40
En estos mismos días, La Nación41 adoptaba una posición recelosa, muy cercana a la de La Prensa, aunque más insidiosa.
La tapa del viernes 17 de noviembre es ejemplar de cómo modelar una información. Diagramados a un mismo nivel, con un leve desfase horizontal, iban dos títulos: « Inician los reyes de España su gira por América latina » y « Fue asesinado un magistrado en pleno centro de Madrid ». Ilustraba este artículo, situado visualmente algo más abajo, la foto de una pintada « Con Franco vivíamos mejor » en un muro madrileño – sin más leyenda que « Inscripciones nostálgicas favorables a Franco en las calles de Madrid ». El lector tenía que llegar al segundo párrafo para enterarse de que se trataba de Mateu Cánovas, el ex presidente del Tribunal del Orden Público – antes de pasar a la descripción de la « acción guerrillera » de la ETA y evocar los incidentes del pueblo vasco de Mondragón.
En la página dos de la misma edición, Roland Rivière, corresponsal del matutino en la península, interrogaba « ¿Contra qué se dirigen los golpes extremistas en España? » – con la foto de Mateu, « el juez español que integró el tribunal de orden público encargado de juzgar a los delincuentes políticos, asesinado por terroristas ». Partiendo de la constatación de que « por primera vez desde la guerra civil, ha sido asesinado un juez », el periodista daba cuenta de una « escalada de la violencia » que, según sus pronósticos, marcaría el próximo referéndum constitucional. Luego de referirse al editorial de Cambio 16, « ETA asesina », y evocar los proyectos conjuntos del gobierno español con la CIA y las autoridades francesas contra el « terrorismo », lamentaba los « pésimos auspicios » que constituían los últimos acontecimientos para la gira latinoamericana de los reyes. La conclusión sonaba a advertencia a la comitiva española esperada en Buenos Aires: « en todo caso servirán para que el rey de España comprenda con mayor rapidez otros fenómenos de terrorismo que han causado y causan víctimas en el continente latinoamericano ». A continuación del mismo artículo, se machacaba sobre la violencia política europea con otras dos notas breves sobre los últimos acontecimientos en Belfast y un atentado contra una agencia privada de seguridad en París.
Ahora bien, en las páginas seis y siete de la misma edición, aparecía la primera de una serie de notas relacionadas con el « acontecimiento » de la visita real. « De la república utópica a la monarquía democrática » sintetizaba la historia española del siglo XX, según las adscripciones ideológicas de La Nación: « seguridad total y prosperidad ascendente » de los españoles hasta la muerte de Franco, « traído » al poder por una República que, según « todos los historiadores que se ocupan de este momento decisivo », « están de acuerdo en sostener que (…) nació huérfana de lógica histórica y ajena al momento que entonces vivía el mundo, y muy especialmente Europa ». Más adelante, el retrato de Franco daba pie a afirmar la necesidad de una « unión nacional » a cualquier precio e impunemente – una lectura de la actualidad política española que constituiría una línea política constante del matutino en Argentina hasta hoy:
[…] El vencedor de la República ha entregado su destino histórico a la pluma de cuantos quieran ocuparse de él. Los cuarenta años de dictadura son juzgados ahora a la luz de la libertad más absoluta, y debe anotarse que nadie recurre al insulto ni a la diatriba personal. Cuarenta años es tiempo suficiente para que dos generaciones de españoles se acerquen a esa realidad quemante que fue la guerra civil sin ningún prejuicio en relación con temores y censuras. Cuando estalló la guerra civil (1936) España era un país predominantemente agrícola. A la muerte de Franco (1975), España es una potencia económica e industrial: ocupa el décimo lugar entre los países más desarrollados del mundo. Esta es obra del régimen franquista. Pero no debe perderse de vista el sacrificio del pueblo español y su entrega total a trabajar para vivir y a vivir para trabajar. Durante dos décadas los españoles se dedicaron a trabajar para levantar al país de la postración de la guerra civil y de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial […].42
Silenciando el golpe de estado contra el régimen constitucional español, el artículo pasaba a celebrar el « engaño » de Hitler por Franco en el encuentro de Hendaya en 1942 [sic] y el pacto con Estados Unidos, a partir de 1952 [sic], para destacar los resultados: «[…] El pueblo español de 1936 era un pueblo hambreado por una minoría de amos insensibles a su destino, y el pueblo español de los años setenta tiene en sus manos todo el confort que puso a su alcance la sociedad de consumo […]».
Un último párrafo, sobre lo « atado y bien atado » que dejó Franco, alababa las calidades del rey y del « pueblo español » en cumplir con la sucesión ideada por el Caudillo, con los « principios esenciales que mueven el mundo occidental », « sin recurrir a las fuentes traumáticas de viejos rencores ideológicos ». Concluía que « España tuvo la rara suerte de encontrar un rey para un pueblo y un pueblo para un rey ».
El sábado 18 de noviembre, la misma estrategia, entre expectativa y recelo, se repetía. La tapa publicaba una foto de la « calurosa recepción de los reyes en México », pero la página dos venía dedicada enteramente, gracias a la publicación de avisos publicitarios y a la diagramación, a los « manifestantes [que] reclaman un golpe militar en España », artículo acompañado por una foto de militantes de ultra derecha haciendo el saludo fascista – aunque el artículo arrancaba mencionando el grupo independista ETA: « El grupo guerrillero vasco ETA reclamó la autoría del asesinato del juez Francisco Mateu Canovas, mientras unos dos mil manifestantes derechistas pidieron un golpe militar contra el gobierno durante una demostración realizada en ocasión del entierro del magistrado ». Más abajo, una nota breve anunciaba que, en Turín, « guerrilleros urbanos izquierdistas atacaron a balazos e hirieron de gravedad al arquitecto que diseñó el tribunal fortificado donde fueron juzgados hace algunos meses los máximos dirigentes de la organización extremista italiana Brigadas Rojas ». Nuevamente, la acumulación de noticias sobre hechos violentos políticos, españoles y europeos, confortaba implícitamente el « accionar antisubversivo » de la junta militar – e iba anunciando a la comitiva real lo difícil que le resultaría ilusionar a la prensa argentina con el modelo de la transición democrática española.
El domingo 19 de noviembre, la tapa ubicaba en una misma columna la nota « Hay en España inquietud militar » – a raíz de la « operación Galaxia » en Madrid –, situada levemente por encima del anuncio « Reunióse Juan Carlos con el presidente de México ». Una doble página interior, dedicada a la conspiración española, machacaba el título « España: hay inquietud militar ».43 El mismo artículo se prolongaba con otro, titulado « Preocupación en Madrid », a pesar de afirmar más abajo que « El Rey no cree en un golpe militar » y no interrumpía su gira latinoamericana.
El lunes 20 de noviembre, la actualidad religiosa-política argentina volvía a imponerse con la declaración del episcopado católico – reaccionando a los avisos venidos del Vaticano sobre la represión – acerca de la « dignidad e integridad humana » en aras de « la fraterna unidad nacional », recordando el papel fundamental de la autoridad dentro de un orden social organicista. Frente a las « dificultades que entraña la acción legal frente a los extremismos », los obispos pedían « una actitud creativa ». La tercera sección del diario anunciaba que en « España: el gobierno controla a las FF.AA ». Por su parte, el corresponsal Rolando Riviere analizaba largamente la movilización de unos trescientos mil admiradores de José Antonio Primo de Rivera en el 42° aniversario del fusilamiento de éste, y tercero de la muerte de Franco, en un artículo titulado « Emblemas nazis en una nostálgica evocación ».44 Al leer esta edición fuera de contexto, cualquier lector hubiera creído que el proceso democrático español se encontraba en un peligro mayor que en Argentina.
Los ejemplos de esta focalización en la violencia española podrían multiplicarse. Sin embargo, en los días previos a la visita real, la prensa argentina iba ensayando también el tono con que relataría la visita real – y que esta presentación, color rosa, de la revista La Nación del domingo 19 ilustra perfectamente:
[…] Dentro de ocho días, el próximo domingo 26, los reyes de España pisarán por primera vez suelo argentino. Buenos Aires se prepara para recibirlos con la alegría que provocan los reencuentros familiares: en ellos verá representada a la Madre Patria, a esa España a la que estamos unidos por fuertes lazos de afecto fuertemente anudados a lo largo de casi cinco siglos de historia […].45
En la víspera de la visita de Juan Carlos I, se mantenía, pues, una línea editorial doble: la que anunciaba, por un lado, la posibilidad de una recepción feliz del « ilustre huésped », y por otra la advertencia, apenas velada, de que la política interna argentina no necesitaba lecciones de la transición española. Hasta el mismo día de la llegada de los reyes, el recelo imperó y se hizo perceptible hasta en el suplemento dominical de La Nación.
En efecto, el domingo 19, el retrato del rey elegido para la tapa de éste fue el militar – lo mismo hizo la revista Confirmado del 23 de noviembre –, mientras que La Prensa, que había adoptado en sus artículos un tono de trinchera, publicaba la foto del retrato oficial de la pareja real. Más allá de que se venía preparando a la opinión pública argentina a recibir a un responsable político cuya pertenencia castrense se subrayaba,46 se recordaba que el rey democrático era un militar, como el « presidente » que gobernaba la Argentina. Sobre este punto, cabe recordar que Videla, desde sus primeros encuentros con los « interlocutores válidos » de la « civilidad » en 1976, se esforzaba en construir una imagen de « general democrático », vistiendo de civil en casi todas sus apariciones públicas.47
El mismo domingo 26 de noviembre, La Opinión, diario intervenido por los militares (Ruiz, 2011), publicaba un suplemento especial a raíz de la visita real, algo acorde con el diseño editorial que había sido el de este diario en su surgimiento (1971). El editorial « España y el rey de la democracia »,48 firmado por Luis Gregorich, luego de evocar los tópicos de la historia colonial (aunque mencionando las Guerras de Independencia) y de la estirpe (pero sin dejar de recordar la « escasa sangre indígena » y el « crisol de razas » de las migraciones) parecía tomar en cuenta las advertencias veladas de La Prensa y La Nación: « El rey no debe preocuparse : Buenos Aires, esta ciudad cosmopolita y universalista (…) posee aún suficientes y profundas huellas de España ». Concluía que el jefe de Estado merecía la « más cordial de las bienvenidas », « sobre todo por su papel de democratizador, ejemplar en más de un sentido ». Las siete páginas siguientes ofrecían una serie de síntesis acerca de « la herencia que aprovechó América », « la realidad política y el plebiscito nacional » en España, el « restablecimiento de una economía en aprietos », la situación comercial, « los sindicatos y el papel de la Seguridad Nacional » y el fin de la verticalidad, « la vida literaria y el desarrollo editorial », « la pujanza y las dificultades del nuevo cine ». En cuanto a Clarín, fiel a su paradigma « desarrollista » forjado por el Movimiento de Integración y Desarrollo, enfatizaba los futuros acuerdos bilaterales destinados a acrecentar la cooperación comercial y nuclear, y su corresponsal Julio Nudler realizaba una entrevista en Madrid del ministro español de Industria y Energía.49
Ahora bien, a dos días de iniciarse la visita esperada, el viernes 24, los diarios habían mandado a tapa el último discurso de Videla. Clarín titulaba: « Preservaremos la dignidad nacional », haciendo hincapié en que el terrorismo estaba « prácticamente derrotado » y que la propuesta política era « diálogo y participación »; La Nación anunciaba con firmeza: « El Gobierno no se convertirá en una autocracia ». Los principales medios, cuyos representantes se reunieron el mismo 24 con Videla (La Nación y Clarín, 25/11/1978), no hacían sino afirmar con el poder de facto que la « transición » argentina estaba abierta y que un « nuevo ciclo histórico » empezaba. 50 En un país donde se había secuestrado el discurso político y desaparecido el sentido de las palabras, donde los partidos políticos recién llamarían « dictadura » al régimen militar a partir de 1980, ¿qué hubiera podido declarar el rey de España que perturbara a los que se habían hecho dueños de Argentina?
3. Llegan los reyes
Por la cantidad de avisos publicitarios, oficiales y privados, que llenaron las publicaciones cotidianas y semanales, la visita real resultaría un buen negocio para los medios gráficos. Lanzados a captar al mayor número de lectores y a realizar ventas elevadas, gracias a coberturas fotográficas frondosas, comparables a las del Mundial y sus festejos, los diarios buscaban mantener, a partir del « acontecimiento », la « alegría » de los argentinos que había « estallado » en el « espectacular año 1978 » del país.
En cuanto al contenido escrito, se intentaba romper con la rutina procesista gris. Con la llegada de los reyes, hasta se podía volver a la infancia – forzosamente « bella » en el corto imaginario del momento, y nostálgicamente « española » por la necesidad del « acontecimiento » que se anunciaba.
En su edición del lunes 27, La Prensa publicaba el poema « A España » de Silvina Ocampo:
España fuiste para mí el laurel,
La madre de las horas misteriosas,
Tacos y castañuelas impetuosas,
Cielo raso de frutas, pan y miel.
Fuiste el tejido con el punto fiel,
Cosas que me contaron, malvarrosas,
Para el amor las manos generosas,
La arena, el río, el toro y el vergel.
Mas trébol para mí fue el macachín,
Tu ruiseñor, seráfico el hornero
Y tus lirios, disfraces de arlequín,
Porque en mi tierra así los vi primero.
Mudo es mi verso, alarde su envoltura.
¡Ah quién oirá la voz de mi ternura!51
Manuel Mujica Laínez, en una composición presentada por la revista Gente bajo forma manuscrita y en tinta azul, se haría explícitamente infantil:
[…] Como en los cuentos que de niños nos narraban, vinieron el Rey y la Reyna; vinieron los Reyes por fin. Desde el fondo del tiempo, las generaciones de América que los imaginaron, en la lejanía, a manera de vagos semidioses, respiran, conmovidas, ahora porque se cumple el sueño antiguo y hermano. Vinieron los Reyes, de allende el mar […].52
Suplementos y revistas venían dedicados enteramente a la familia real española. Su relato es sencillo, centrado en Juan Carlos (« de robusta complexión natural acentuada por la práctica intensiva de deportes », « rey de rubios cabellos enrulados que parece arrancado de una estampa o una ensoñación infantil ») y Sofía (« princesa helénica ») – evitando, pues, toda perspectiva ideológica o política. Más allá de dicha inconsistencia – a la vez habitual, tradicional y estratégica –, se nota una especie de goce admirativo: la pareja realiza el ideal familiar promovido por el conservadurismo de la dictadura con padre militar, madre de tres hijos y « de aficiones cultas ».53
Tal infantilismo corría parejo con la vuelta al motivo más rancio del linaje. El editorial de La Nación del domingo 26, « El monarca español en tierra argentina », arrancaba con la hidalguía:
En la persona del ilustre huésped que inicia hoy una visita de cuatro días al país ha de verse la clara y profunda significación de un símbolo que transparente acabadamente nuestro origen histórico como nación y como grupo humano. De igual modo, podría decirse que semejante símbolo transfiere la imagen directa de gran parte de las formas de vida que nos son peculiares porque en el fondo de ellas se advierte la presencia y el carácter de España, su influencia cultural, con el idioma en primerísimo término, su impulso temperamental y la sangre hidalga de su pueblo. Queremos subrayar que la vieja tierra ibérica plantó aquí uno de sus retoños y de la antigua cepa hispana surgió entonces el vástago que ahora celebra la llegada del monarca y se dispone a expresarle su simpatía y su cordialidad, extensivas con idéntica calidez a su esposa […].54
No tan sólo editorialistas, sino también políticos celebraban la supuesta alcurnia común. Un ejemplo es la declaración de bienvenida que publica el comité de la capital federal de la Unión Cívica Radical:
El presidente de la República, doctor Hipólito Yrigoyen, en 1917 estableció el 12 de octubre como Día de la Raza, y en los considerandos del decreto, decía : « … la España descubridora y conquistadora volcó sobre el continente enigmático y magnífico el valor de sus guerreros, el denuedo de sus explotadores, la fe de sus sacerdotes, el preceptismo de sus sabios, los labores de sus menestrales ; y con la aleación de todos esos factores obró el milagro de conquistar para la civilización la inmensa heredad en que hoy florecen las naciones a las cuales ha dado una herencia inmortal que debemos de afirmar y de mantener con jubiloso reconocimiento.
La « Comunidad de sangre » (editorial de La Nación 26/11), la « antigua cepa », el « tronco europeo »…: la fantasía linajuda de los editorialistas se expresaba sin tapujos, celebra la dicotomía « Civilización y Barbarie », fundamento de « la nación ». La coincidencia retórica e ideológica era total entre el relato periodístico y el discurso del gobierno dictatorial, como lo indican las palabras con que recibió Videla a la pareja real en el aeropuerto de Ezeiza:
[…] Es este un día de auténtico júbilo y profunda emoción argentinos. Desde el fondo de los tiempos nos acompaña la progenie de los navegantes, los conquistadores y los misioneros que asumieron la mayor empresa de la cristiandad y de la civilización transmitiendo sus símbolos y su espíritu a una tierra fértil y expectante […].55
Más que un motivo, celebrar la civilización – cristiana y occidental, esos « valores » por los que los militares argentinos « procesaban », « desde arriba », a una sociedad que, según ellos, volcaba hacia la barbarie, la demagogia y el populismo – era la expresión total de la ideología que la junta imponía. La Prensa explicitaba en su editorial del lunes 27 de noviembre, titulado «Los reyes de España»:
[…] por el agradecimiento debido por nuestro pueblo a los descubridores y colonizadores españoles de nuestro territorio, que incorporaron a la cultura occidental transmitiendo a la nueva sociedad los fundamentos morales y religiosos que pertenecen a la esencia de nuestra nacionalidad, una idéntica y cordial disposición une a los argentinos frente a quienes son ahora portadores del espíritu y las tradiciones de la gran nación a la que, con toda justicia, designamos con el honroso y merecido nombre de madre patria […].56
El discurso del rector de la Universidad de Buenos Aires (intervenida por los militares en 1976), en la entrega del título Honoris Causa a Juan Carlos I, afirmaba:
[…] Vuestra presencia, señor, evoca la más admirable gesta civilizadora de la que se tenga memoria. He dicho civilizadora y no conquistadora, porque el móvil espiritual que prevaleció en la proeza convirtió a España en un puente de plata para que nosotros, sus hijos, transitando por él, nos introdujéramos en la cristiandad que era y es sinónimo de civilización […].
El triunfo de la sangre « civilizada » se cantaba a coro entre Videla, los representantes de las instituciones y la prensa. La historia de las relaciones entre España y « Argentina » se acortaba vertiginosamente – «…el rey visita ahora el continente que sus antepasados descubrieron » (La Opinión, 26/11/1978) –, con un salto abrupto del conquistador Pedro de Mendoza a Juan Carlos I, de la conquista a la actualidad, borrando cualquier tema colonial (Gente, 30/11/1978).
Ahora bien, pese a la « efusividad que merece un hombre que trasunta tan cabalmente la progenie española », aparecía el tema de « la política ». El editorial de La Nación, partiendo de la « identidad de destinos » – el rey siendo « por su doble condición de representante del tronco social de que somos uno de los desprendimientos más genuinos y de gobernante » – establecía de manera implícita una equivalencia entre las situaciones vividas en España – el « restablecimiento democrático » a pesar del « terrorismo desatado con la furia de una vendaval » – y Argentina, augurando un « encuentro pleno » entre las dos naciones (La Nación 26/11). Por su parte, La Prensa elogiaba extensamente al premier Adolfo Suárez en su editorial.
4. La visita
El programa inicial preveía para el domingo 26 « una visita de cortesía » a la Casa de Gobierno, la visita del Cabildo y la recepción de las llaves de la ciudad, el lunes 27 el encuentro con los integrantes de la junta militar y « el presidente de la Nación » en el Congreso Nacional, una entrevista con éste en la Casa de Gobierno, una recepción oficial en la sede del Consejo Deliberante. El martes sería el de la visita de la provincia de Misiones y el miércoles un homenaje gauchesco en San Antonio de Areco. El último día, la pareja real se dedicaría a las instituciones españolas: el Hospital Español, el Centro Gallego, la Sociedad de Socorros Mutuos.
Cada paso fue ampliamente relatado en los medios. Se hizo hincapié en el « calor » brindado por la « muchedumbre » y la « emoción » resultó esencial para relegar a un segundo plano las preocupaciones políticas – desviada, puntualmente, hacia la expectativa de una mediación del rey español en el conflicto del Beagle. En cuanto a la crónica diaria de la visita real, triunfaba la cursilería:
[…] Ayer llegaron los reyes de España. Buenos Aires vibró por imperio de esa visita. La ciudad, esa mole renuente a desnudar sus fibras íntimas ante los ojos del extraño, esa urbe multitudinaria que en el ir y venir del quehacer cotidiano parece fría y sin alma, se conmovió hasta la exaltación que enturbia emotivamente los ojos. Repitiose, con el comienzo de la visita real, la certeza de que ciertos acontecimientos logran que Buenos Aires desnude su espíritu y muestre sin rubores toda la calidez latina que subyace en sus habitantes […].57
Dado lo corto del vuelo literario y la fuerza de la « emoción », la cobertura fotográfica resultó clave para llenar las páginas de la prensa cotidiana y de las revistas semanales. Las cámaras registraron cada paso de la actividad pública de los reyes para ofrecer « postales » al lectorado: el intercambio de condecoraciones en la Casa de Gobierno FOTO 3, sobre todo el cruce de la Plaza de Mayo, entre una « entusiasta multitud », de la pareja real y de la pareja « presidencial », la visita del Cabildo con la escena conocida del saludo desde el balcón FOTOS 4 y 5– frente al de la Casa Rosada, símbolo de otro tiempo y signo políticos, y al que nunca saldría ningún militar, hasta que Galtieri anunciara la recuperación de las Malvinas el 10 de abril de 1982.
La visita al Congreso Nacional constituyó la primera actividad política oficial del rey en su semana porteña. Ocupado por las Fuerzas Armadas desde la madrugada del 24 de marzo de 1976, el parlamento fue donde Juan Carlos I saludó y se entrevistó con los miembros de la junta militar – sin que la elección de tal escenario generara comentario alguno acerca de la ruptura del orden constitucional.58 Sólo llamó la atención la zozobra de « un veterano empleado de la casa » [sic] a la hora de hacer funcionar las instalaciones del recinto para la visita del edificio, por miedo a que « estuviera cortada la corriente desde el tablero ».59
Otro momento importante fue la recepción oficial brindada en la Casa de Gobierno. Los diarios reprodujeron íntegros los discursos de ambos mandatarios, a los que presentan igualmente centrados en la « democracia » y los « derechos humanos ». El de Videla subrayaba el apoyo brindado por el « pueblo entero » a la lucha de las Fuerzas Armadas para « rescatar la dignidad nacional y los derechos humanos afrentados por la agresión », el « triunfo » ganado en tal « desempeño », el « gran destino » que alcanzaría « un país capaz de conjugar, simultáneamente, el desarrollo económico, la justicia social y una política internacional independiente », la aspiración « a concretar las bases definitivas de una verdadera democracia estable y exenta de toda deformación demagógica o totalitaria », « con el concurso activo de la civilidad a través del diálogo y la participación de todos los sectores ». En cuanto al discurso del rey, aportaba el modelo de la transición vivida en España:
[…] Estamos convencidos – y la experiencia histórica que está viviendo mi país lo atestigua – de que el cambio es siempre posible a través de medios pacíficos, ya que los problemas aludidos pueden ser planteados y resueltos políticamente. De la misma manera, también estamos convencidos de que el orden político y la paz social no pueden tener otros fundamentos que la dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, y el respeto de la ley. Porque el orden puede y debe ser construido y defendido con procedimientos basados en los fines humanos del poder […].60
Al día siguiente, el programa inicialmente previsto cambió – sin producir sorpresa alguna ya que, según destacaban los relatos periodísticos, los reyes aficionaban gestos « fuera de protocolo ». La etapa turística en Misiones se suspendió para que el rey se entrevistara con responsables políticos. Luego del encuentro con el ex-presidente de la República española en el exilio, Claudio Sánchez Albornoz, Juan Carlos recibía al almirante Massera, al ex-presidente radical Frondizi, al titular de la U.C.R. Ricardo Balbín, al Nobel de medicina Luis Federico Leloir, al gremialista de Luz y Fuerza Juan José Taccone, al dirigente político José Antonio Allende, así como a representantes de instituciones diversas. Si bien la prensa en su conjunto listaba dichas reuniones, ninguna declaración posterior a estos encuentros permitía a los lectores establecer que se hubiera tratado algún tema relevante.
La firma de los convenios bilaterales por los cancilleres y la declaración conjunta ocuparon el último día de la visita, el jueves 30. La prensa en su conjunto reprodujo en su totalidad el documento firmado por Videla y por el rey Juan Carlos – donde se destacaban « el amplio acuerdo en la apreciación de las cuestiones consideradas », la « cordialidad y afecto » de las relaciones bilaterales, la necesidad de « fortalecer el papel de la ONU en la convicción de que ello contribuiría a un mayor afianzamiento de la paz y de la seguridad internacionales », la reivindicación de la restitución de Gibraltar y las Islas Malvinas, etc. Ahora bien, los títulos realzaban la « preocupación por la violencia y el respeto a los derechos humanos »,61 y resaltaban el párrafo final del texto oficial:
[…] Al analizar la situación internacional, ambas partes constataron con preocupación la propagación de la violencia en sus diversas manifestaciones. En tal sentido, expresaron su decisión de intensificar internacionalmente los esfuerzos para erradicar el terrorismo, tarea que requiere el concurso de una mayor cooperación entre los Estados, con el común propósito de contribuir a la distensión y el equilibrio internacionales y reafirmar que la protección y el efectivo respeto de los derechos humanos constituyen una responsabilidad principal de todos los gobiernos que se han adherido a la declaración universal de 1948.62
Los comentarios políticos resultaron más que escasos. En cambio, cada diario detalló incansablemente los agasajos, festejos, paseos diversos (la cancha de Boca, la noche de tangos, el Campo de polo, el shopping en la avenida Santa Fe, la fiesta gaucha en « el pago de Areco »), sin dejar de subrayar nunca el « fervor » del público, provocado por la presencia real, ni agotar la mojigatería de sus comentarios.
5. Fin del « sueño » real
Al terminarse el viaje del rey, la prensa compensaba la ausencia de análisis racionales por una satisfacción emocional. Al fin y al cabo, había resultado como otro « gol a favor » de la Argentina del Proceso – como lo había sido la elección de una Miss Universo argentina, la organización del Congreso Mundial del Cáncer o la visita de artistas internacionales. El viaje del rey ingresaría, con el Mundial, en la lista de los principales acontecimientos de 1978 –publicada en números especiales que se iban preparando, con suplementos fotográficos, para las fiestas de fin de año.
En tal contexto, constituía una excepción, quizás, la edición del 30 de noviembre del Herald Tribune de Buenos Aires que, luego de enfatizar la importancia del gesto de Juan Carlos I de entrevistarse con los opositores Taccone y Allende – un dibujo mostraba al rey jugando con dichos políticos y pasando la pelota « diálogo » a Videla –, realzaba lo ejemplar del modelo político de la monarquía española, por situarse « por encima de la bandería » « izquierdista » y « derechista ». Comparando la búsqueda de la democracia en ambos países hispanos, valoraba al monarca por su « habilidad y discernimiento político » – estableciendo una comparación implícitamente desfavorable a Videla – lo que dejaba a España evidentemente mejor parada.
Luego del « acontecimiento real», la prensa argentina volvió a centrarse inmediatamente en su eje habitual. El sábado 2 de diciembre, Convicción denunciaba, con su virulencia habitual, la « deformación de nuestra realidad » y « la ceguera y el odio de los ideólogos o las usinas de la subversión que nutren todas las publicaciones del universo que pueden » en un editorial titulado socarronamente « Mentir en Madrid ».63 En su edición del 7 de diciembre, el semanario « Gente » publicaba en una sección llamada « Diario secreto de la visita de los Reyes » una entrevista a José Oneto, director de Cambio 16. Presentado como « otro nombre de la Campaña antiargentina », las preguntas al periodista se sucedían rápidamente en el texto, traduciendo una especie de « apriete », para obligar a confesar la « distorsión » y lo « tendencioso » de las tribunas dadas a « subversivos », cuando de Buenos Aires trataba la revista española.
Conclusión
La visita del rey de 1978, cumulada con otras gestiones directas de personalidades españolas en Buenos Aires, permitió la reaparición de quince personas y la liberación de sesenta y dos presos en tiempos de la dictadura.
Su interpretación como una embajada de la democracia y el aporte de un modelo de transición que imitar, tal como la que forjó y propuso la prensa española, no resiste la lectura de los principales medios escritos argentinos. Muy al contrario, el viaje oficial al poder de facto ofreció la oportunidad de fortalecer la ficción del « Proceso de reorganización nacional » como una « transición », equivalente al proceso en curso en la península – además de afirmar el ideario de la estirpe hispana, católica y occidental, y sostener el eslogan de un país « derecho y humano ». Dicho en otras palabras: confortó el régimen de la mentira organizada en que se fundamentaba la dictadura argentina.
El discurso del rey en la Casa Rosada no provocó nada ni a nadie – y menos a un Videla que cultivaba una imagen de « presidente » « democrático » desde 1976. Las palabras « diálogo », « democracia », « concertación » llenaban la boca de los militares y de sus seguidores. En el mismo momento de esta visita española oficial, a fines de noviembre de 1978, el abogado y ex senador Hipólito Solari Irigoyen advertía, en Le Monde Diplomatique, el empleo particular del vocabulario político por los militares argentino, evidente enel documento« Bases políticas para la reorganización nacional » recientemente publicado:
[…] Il faut rendre cette justice aux militaires qui commandent en Argentine qu’ils fournissent un effort remarquable pour doter d’un sens nouveau certains mots sur lesquels tout le monde est d’accord. L’un de ces mots est le terme « démocratie », qu’ils ont vidé de son sens traditionnel, pour lui en conférer un bien différent. Au lecteur non prévenu, les proclamations du général Videla et de ses acolytes pourraient faire croire à l’imminence d’une rectification en profondeur de l’orientation totalitaire imprimée à son gouvernement […].64
Hoy, la primera visita de Juan Carlos I a Buenos Aires ha quedado en el olvido – aunque la imagen del rey con Videla, en el balcón del Cabildo, fuera publicada por la revista satírica Barcelona cuando el rey interrumpió a Hugo Chávez en la Cumbre Iberoamericana en 2007. No así el caso del robo de la capa de Sofía, siempre recordado con picardía por muchos. Es que, a pesar de los esfuerzos periodísticos locales para demostrar la eficacia militar en reparar el delito cometido contra la reina, el vulgar « afano » cometido por una « señora » de la alta sociedad porteña en la cena oficial y selecta organizada en la Casa de Gobierno, no sólo arruinaba la penosa demostración de lo « civil » del poder y su entorno. Desvelaba el hecho que la prensa intentó tapar a lo largo de los años de plomo: los ladrones vivían en palacio.